Opinión

Con Joaquín Balaguer

Con Joaquín Balaguer

Luego de espantarme y voltear a mirar hacia atrás, aquél hombre de estatura regular; de enjuta figura, con espesos bigotes canosos y tocado de un sombrero a lo vaquero me advirtió: “camina al paso de él”.

Como periodista “irreverente” siempre estuve negado a formular preguntas que, de antemano, convinieran los directores de medios. Además, entendía como una humillación el presentarme ante un presidente en cuyo régimen abusivo, siendo un menor, se me envió a prisión en la cárcel del poblado de La Victoria.

Cuando me presenté al parque Mirador Sur y Joaquín Balaguer dio inicio a su lenta caminata, el anciano presidente me extendió la mano. Advertí que en realidad eran sus frágiles y sedosos dedos los que tocaba; es decir, que era difícil el estrechar la diestra del entonces octogenario mandatario.

Como era normal en él, Balaguer se interesó por mi nombre e inmediatamente quiso ubicar mi apellido, y ascendencia. Pasaron unos segundos caminando al lado del desaparecido mandatario cuando sentí que alguien me sujetaba por la correa.

Debo confesar que en aquellos aciagos días, tratándose de Balaguer y su escolta, reaccioné sacudiéndome fuertemente. No había vivido aquella experiencia; pero en lo adelante sentía la aprensión de que me enviaran a entrevistarlo, por nueva vez.

El Nacional

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