Opinión

Conformidad asombrosa

Conformidad asombrosa

Es posible que los problemas entre la República Dominicana y Haití, debido al plan regulatorio de la migración puesto en marcha por el gobierno del presidente Medina, haya impedido a los sociólogos e incluso a los dirigentes políticos analizar el conjunto de situaciones que se derivan de la carencia de normas sociales o de su degradación, llamada comúnmente anomia.

El conformismo que se nota en los más variados sectores del pueblo dominicano frente a los problemas que lo perjudican directamente, no solo es francamente asombroso, sino hasta peligroso para la frágil democracia que tenemos.

Los sindicatos, los gremios de profesionales y estudiantes y los grupos comunitarios, parecen haberse puesto un zipper en la boca frente a una serie de acontecimientos registrados últimamente en el país, apenas mencionados en las redes sociales, quizás el espacio más libre de que disponemos los ciudadanos para publicar lo que realmente pensamos, sin cortapisas, condicionados únicamente al respeto y a la observancia de las buenas costumbres. Esa conquista que es la libertad de expresión y difusión del pensamiento fue lograda a base de mucha sangre y sacrificios.

No estamos abogando aquí para que los grupos que influyen en la opinión pública pongan en marcha un plan de desobediencia civil. No, de ninguna manera: somos respetuosos del orden democrático, como lo demuestra nuestra hoja de vida. Tampoco buscamos un empleo, primero por nuestra edad y segundo porque gracias a Dios no lo necesitamos. Pero, además, no pertenecemos a ningún partido político.

El silencio sobre problemas esenciales que mantienen grupos representativos de la sociedad, posiblemente sea producto del terror que sufrimos durante la tiranía trujillista. Esos sedimentos del terror parece que han quedado en los genes de gran parte de las nuevas generaciones, que en cierto modo heredaron el miedo a las posibles reacciones oficiales.

Es posible también que sea por el oportunismo, pues no es un secreto que muchas organizaciones han sido silenciadas porque a sus líderes les han dado “su ración de arepa”, como se dice popularmente. Esa actitud forma parte de la descomposición social que nos arropa, caracterizada por el mercurialismo, la búsqueda y el logro del dinero fácil, el oportunismo político y la falta de fe en los destinos nacionales.

Las fuerzas sociales del país, fundamentales para mantener la estabilidad democrática, deben cohesionarse y reclamar unidas sus derechos, aún cuando de momento no les hagan caso. No debemos callar. Hay que luchar contra los males que conspiran contra la Nación: la corrupción, el control del oficialismo sobre la Justicia, la JCE, el Congreso e incluso su influencia en ciertos medios de comunicación.

El Nacional

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