Semana

Corrupción y geopolítica

Corrupción y geopolítica

Odebrecht, “marcha verde” y estrategia de EEUU

 
La lucha contra la corrupción en el país data de los primeros años del surgimiento de la República, el 27 de febrero de 1844, pero se hace más sistemática tras el ascenso al poder del doctor Joaquín Balaguer en 1966, ya que durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina era imposible denunciarla y encaminar acciones legales contra los sospechosos de cometerla, pues el dictador era el Estado y la Justicia.
En los gobiernos de transición política luego de la muerte de Trujillo ni durante la gestión del profesor Juan Bosch podemos hablar del fenómeno corrupción, como delito de Estado comprobado.
Pasada la revolución de abril de 1965 los sucesivos gobiernos han sido denunciados y considerados corruptos y se han encaminado acciones contra funcionarios y exfuncionarios civiles y militares, algunos de los cuales han guardado prisión tras ser condenados, y un caso excepcional en la historia política contemporánea es la condena a 20 años contra el expresidente Salvador Jorge Blanco (fallecido).
A partir de la llegada de Joaquín Balaguer al poder en 1966, han tenido principalía en los medios de comunicación y en la sociedad los escándalos en el Consejo Estatal del Azúcar (CEA) en la gestión de los doce años; en la administración de Antonio Guzmán Fernández las presuntas sobrevaluaciones en la Secretaría de Estado de Educación en la gestión de Pedro Porrelo Reynoso; cuando Jorge Blanco por la alegada sobrevaluación del edificio de la Compañía Dominicana de Aviación (CDA) y los suministros de ropa y vehículos a las Fuerzas Armadas y a la Policía Nacional; En la segunda etapa de Balaguer la quiebra de la CDA en el grupo CORDE y los escándalos en la Dirección General de Aduanas con Anisia Risi de Mercedes; con Hipólito Mejía el Plan Renove; con Leonel Fernández los casos de la Sound Land, que tuvo ribetes internacionales, y la compra de los ocho aviones Súper Tucano; y en la gestión de Danilo Medina los de la Oficina Supervisora de Obras del Estado (OISOE) luego del suicidio del ingeniero contratista en su sede y los sobornos admitidos por la constructora brasileña Odebrecht entre 2001 y 2014 para ser favorecida con la construcción de obras del Estado, para cuyos fines habría pagado 92 millones de dólares.
Sin embargo, los casos de Jorge Blanco y de la Odebrecht han sido los de mayor repercusión política en los últimos 35 años.
El de la Odebrecht, de capital brasileño, porque por su ramificación internacional despertó el interés de los grandes capitales imperiales y del Departamento de Estado de Estados Unidos por la competencia económica y política a que estaban expuestos en América Latina, África, el Caribe y otras zonas del mundo.
El escándalo de la Odebrecht comienza en Brasil con la investigaciones sobre el entramado “Lava Jato”, que involucró a políticos y empresarios de ese país que se beneficiaban de las “coimas” surgidas de contratos a través de la empresa Petróleos Brasileiros, S.A. (Petrobras).
Marchas “verde”
Después de los escándalos en Brasil, Estados Unidos y Suiza, se organiza en el país un movimiento anticorrupción con clara orientación de agencias y gobiernos extranjeros, que desarrollan las llamadas marchas “verde”, el cual alegan que es un movimiento cívico, de ciudadanos sin partidos “cansados de la corrupción y la impunidad”.
Una burda mentira, y una verdad a media. Ese movimiento no es de ciudadanos simples, de gente sin partidos. Mentira. Así se venden de manera hipócrita a través de los medios de comunicación donde influyen y para engañar a las masas.
El movimiento “Marcha Verde” está dirigido por políticos de la izquierda y de la derecha y algunas entidades financiadas por organismos extranjeros, que ciertamente han logrado arrastrar bajo una consigna aglutinadora, y al parecer “sana”, de combatir la corrupción y porque haya transparencia gubernamental y cese la impunidad.
Son manejados e impulsados desde el exterior por el gran capital a través de la agencia Transparencia Internacional, una dependencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), asuzada y financiada desde el Departamento de Estado, que aplica el modelo de tumbar gobiernos sin utilizar fuerzas militares, política impulsada durante las administraciones de Barack Obama. Así que a otro perro con ese hueso.
La “izquierda” del patio se ha sumado a ese movimiento, porque aliado a partidos opositores de derecha, con herencia corrupta, buscan sacar provecho y dañar la imagen del Gobierno y otros políticos con miras al año electoral 2020.
Aunque la lucha contra la corrupción y porque se haga justicia contra los corruptos es respaldada por la mayoría de los ciudadanos, con o sin partido, el fondo y la estrategia de quienes la impulsan desde el exterior no se queda en el interés nacional, sus objetivos son de competencia de capitales y de carácter geopolítico.
Para nadie es un secreto los grandes recursos que hay detrás de ese movimiento. Lo demuestran las camisetas, banderas y palos, abanicos, gorras, campañas publicitarias, pago de profesionales que forman parte del equipo de comunicación y los millones y millones invertidos en dietas, transporte y movilización de dirigentes y activistas de las provincias para las marchas y concentraciones.
Los frustrados de la izquierda, que soñaron con tumbar a Joaquín Balaguer, que no lo lograron con las grandes movilizaciones y paros de las décadas de 1980 y 1990, sin mencionar las de los doce años, quieren cumplir sus sueños, y buscan una chispa para encender la pradera.
Creen que el escándalo de corrupción con los sobornos admitidos por la constructora brasileña Odebrecht, tanto en República Dominicana como en otros once países de África, América Latina y el Caribe, es la chispa para prender la hoguera y cumplir sus quimeras de hacer saltar al “Balaguer” que quisieron “tumbar”, que hoy estiman personificado en Danilo Medina.
La diferencia es que Medina es respaldado por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que ganó las pasadas elecciones con un 62%, a la cabeza de una coalición de partidos, a la que no pudieron derrotar mediante el voto y buscan “derrocarlo” con sublevaciones de la llamada “sociedad civil”, en busca de la “primavera” dominicana, utilizada de modelo ya en Guatemala, para desde allí continuar hacia las naciones latinoamericanas dirigidas por gobiernos de izquierda con desafectos al imperio estadounidense.
Es el modelo imperialista aplicado en Egipto, Irak, Libia y Sudán, donde le fracasó porque hoy están sumidos en la anarquía y guerras intestinas.
Igual que le ha fracasado en Venezuela, a pesar de la crisis acrecentada mediante la guerra petrolera con el crudo sacado debajo de las piedras de los océanos (petróleo de esquisto) de los Estados Unidos y colocado en el mercado para bajar los precios con miras a restarle a esa nación poder económico e influencia en Latinoamérica y el mundo.
El modelo también fracasó en Siria, por la rápida intervención de Rusia, bajo el liderazgo de Vladimir Putin, ante los temores de la influencia norteamericana y europea en sus fronteras, y por su estrategia de conservar el último reducto de influencia militar y financiera, que estaba en descenso por las intervenciones de occidente en el Medio Oriente y Asia central.
Para no irnos tan lejos, el modelo de “revolución cívica” o “primavera latinoamericana” o los “juicios políticos” (golpes de Estado) aplicados contra Manuel Zelaya en Honduras (2009), y posteriormente con el sacerdote Fernando Lugo en Paraguay (2012), buscan replicarlo en República Dominicana con el caso Odebrecht contra el presidente Danilo Medina, el PLD y su presidente Leonel Fernández.
Leonel Fernández
en el escenario
Aunque no se quiera admitir, Leonel Fernández, el Gobierno dominicano y el PLD son ubicados en el ala izquierda latinoamericana por Estados Unidos y en entidades y foros internacionales y regionales, más que en la Organización de Estados Americanos (OEA), no cumple con los mandatos de esa nación norteamericana.
De ahí que geopolíticamente, bajo las administraciones del PLD, República Dominicana se ha ubicado más hacia la izquierda en Latinoamérica, no obstante a que el presidente Leonel Fernández le diera la mano en dos grandes conflictos, los sostenidos por los presidentes de Venezuela Hugo Chávez, y Álvaro Uribe, de Colombia, a los que impulsó a saludarse en Santo Domingo en medio de una fuerte confrontación entre ambas naciones, y en el caso de Manuel Zelaya, al que dio protección en el país en momento que Latinoamérica estaba dispuesta a cooperar para reinstalarlo en el poder tras el golpe de Estado en su contra, dado por los poderes Judicial y Legislativo, con el respaldo de la cúpula militar y los Estados Unidos.
Leonel contribuyó, desde el punto de vista geopolítico, a solucionarle dos grandes conflictos regionales a Estados Unidos.
Sin embargo, desfavoreció al gran capital estadounidense y al imperio en las grandes inversiones para obras de infraestructura y compras de equipos y tecnologías, que mayormente ganaban las empresas brasileñas Odebrecht, Andrade Gutiérrez y Embraer, además de algunas de capitales de China, España, Francia y Alemania, como parte de su política en la diversificación del mercado y la afluencia de capitales frescos.
Por qué Odebrecht
El escándalo de la Odebrecht y Petrobras en Brasil (caso lava jato) ha sido el elemento clave para que Estados Unidos enfrente el impulso que tomaban los capitales brasileños en Latinoamérica, el Caribe y el mundo, los cuales desplazaban al gran capital de esa nación norteamericana.
Esos capitales brasileños se habían convertido en un gran imperio financiero, a través del cual se financiaba grandes obras de infraestructura y apoyo económico a gobiernos de centro y de izquierda, a los que contribuía a perpetuarlos en el poder.
Ese capital financiero brasileño, unido al capital venezolano durante los gobiernos del fenecido Hugo Chávez por la rique za petrolera, se convirtieron en una amenaza al gran capital norteamericano que influye en el gobierno y en las políticas aplicadas a través del Departamento de Estado.
Ambos capitales cobraron impulso en Latinoamérica, porque desde la década de 1980 Estados Unidos no miraba hacia la región (su patio), sino hacia Europa oriental, especialmente la Unión Soviética, por los nuevos mercados que se abrían con el derrumbe del comunismo, a lo cual contribuyó a través de la “Glanost” de Mijail Gorbachov, y luego hacia parte de África y Asia (Irak, Irán, Libia y Siria).
El gran capital norteamericano se volcó hacia esa dos grandes regiones fuera de su continente, vacío que favoreció los capitales provenientes de Brasil y Venezuela, así como de China, en gran manera.
Como la época del militarismo en América fue echada a un lado durante las administraciones de Barack Obama, la nueva estrategia era enfrentar esos capitales con la creación e impulso de organizaciones de la llamada sociedad civil como Participación Ciudadana, que existe en varios países, Iniciativas Democráticas, Transparencia Internacional, etcétera, a través de las cuales impulsar los procesos de subversión mediante mecanismos “institucionales” y así dar los golpes de Estado a través de los “juicios políticos” y la consigna atrayente de amplios segmentos sociales de enfrentamiento a la corrupción y la impunidad.
Montados en el carro
En ese proceso estamos en República Dominicana y hemos visto a muchos montados en el carro, incluidos dirigentes del PLD, que por la lucha interna creyeron que no les tocaría parte del pastel venido desde el exterior, y hoy no saben como desmontar el vendaval y lo han dejado al presidente Danilo Medina, pese a que afecta a todo ese partido.

El Nacional

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