Opinión

Crónica del Presente

Crónica del Presente

Ernesto Vitienes Lavandero

El 5 de febrero, a las 10:00 a. m., será bautizada oficialmente por las autoridades del Ayuntamiento del Distrito Nacional, con el nombre de Ernesto Vitienes Lavandero, la calle “F” del Ensanche San Gerónimo de esta ciudad de Santo Domingo, según lo dispone la Ley No. 21-93 de fecha 5 de diciembre de 1993, publicada en la Gaceta Oficial No. 9872 del 15 de diciembre de ese año. Ese homenaje a una figura importante de la historia comercial e industrial de la República fue una solicitud que en aquel entonces hiciera el profesor Juan Bosch, El Gran Maestro Político de América, fundador y líder histórico del PLD, al compañero Norge Botello, q.e.p.d., Presidente de la Cámara de Diputados, convencido Don Juan de que Ernesto Vitienes Lavandero, nacido en España, había sido un promotor del desarrollo económico de nuestro país y un ciudadano digno de respeto y gratitud.

Don Ernesto Vitienes nació en Cabranes, Asturias, el 26 de diciembre de 1901, hijo de José Vitienes Llera y Vicenta Lavandero González y, a los 11 años, aún niño, emigró a la República Dominicana acompañando a su tío Don Francisco Lavandero González. Se radicó en San Carlos, en la casa de sus tíos y asistió a la escuela, graduándose más tarde  de Perito Contador y estableciendo cordiales relaciones con muchos jóvenes de la ciudad que años más tarde llegaron a ocupar importantes posiciones en la vida política de la República y en profesiones como la abogacía, medicina y otras disciplinas académicas. Don Ernesto trabajaba, mientras estudiaba, en el establecimiento de su tío conocido con el nombre de “Casa Lavandero”, local que estuvo ubicado en diferentes sitios cercanos a la Puerta del Conde la que años después quedó dentro del área del Parque Independencia.

Allí conoció e hizo amistad con dos jóvenes a los cuales dirigía, que fueron  Manuel Corripio y Juan Bosch, que serían con el transcurso del tiempo, el primero importante hombre de negocios y el segundo la primera figura intelectual de la República, excepcional personaje de renombre internacional, en escenarios políticos, y Presidente de la República. Ambos, el primero nacido en España y el segundo hijo de españoles, profesaron siempre profundo respeto y afecto por Don Ernesto, quien le había dispensado también, además de  sentimiento fraternal, de hermano mayor y admiración, porque fueron hombres que aprendieron a superarse y enfrentar la vida con responsabilidad y vertical conducta en las actividades a  que se dedicaron.

Después de haber fundado en 1924 la Casa Vitienes, C. por A., en los primeros años de la década de 1930, Don Ernesto se trasladó a España y residiendo allí conoció a María de la Concepción Colubi Celayeta, con quien procreó tres hijos, Mercedes, Ernesto y José; regresando a tierra dominicana, en 1936, obligado por las circunstancias que se presentaron en España como consecuencia de la Guerra Civil. En octubre de 1941 fundó Don Ernesto la “Jabonería Lavador”, que lo convirtió en  uno de los empresarios industriales más importantes de la nación. Esa empresa estuvo dedicada a la fabricación de productos de limpieza y más tarde a la producción de aceites y grasas comestibles, ofertando  el “Jabón Lavador”, que todavía tiene extraordinaria demanda.

Hombre prudente, enérgico, organizado, tenía la sensibilidad propia de los triunfadores en las actividades industriales, que supieron desenvolverse en ese proceso del desarrollo capitalista del país que fue impulsado bajo la severa, intolerante y exigente, dictadura de Rafael Trujillo Molina. Y un hecho que demuestra las condiciones excepcionales de Don Ernesto, y el sentido práctico que empleó en la dirección de su empresa, fue que permitió la constitución en ella, poco tiempo después de establecida, del sindicato obrero, el segundo fundado en el Distrito Nacional en aquel entonces. En algunas oportunidades el autor de esta columna, que se honraba como asistente personal de Juan Bosch, estuvo presente en conversaciones de Don Juan con Don Ernesto, quedando impresionado, gratamente, en la forma en que se trataban estos dos personajes no obstante la diferencia de edad.

La historia no debe ser escondida o tergiversada, que es lo mismo que acomodarla a  intereses carentes de seriedad. A los ciudadanos que han ayudado en la vida de los pueblos, contribuyendo a su desarrollo y a la producción de riquezas, es obligatorio, como lo quiso Juan Bosch, tenerlos presente  como ejemplo para las generaciones  futuras. Don Ernesto Vitienes se fue de la vida el 19 de julio de 1987, hace casi  22 años, y su aporte y el de sus descendientes, lo hace merecedor, como otros capitanes de  industrias, de una manifestación permanente de gratitud. Así lo atestiguará, a partir del 5 de febrero, la calle que se honrará con el nombre de Ernesto Vitienes Lavandero. 

El Nacional

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