Opinión

Cronopiando

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Todavía se insiste en hacerle creer al llamado Tercer Mundo que su fatídica y postrada condición, vinculada a los genes o a divinos designios, y no al destino que le han impuesto los dueños del Mercado, es la inevitable causa de que atraiga, amén de esa desgracia, toda suerte de desastres.

Y en su infortunio, reitera el primer mundo, quienes fueran continentes y hoy son contenedores, ni siquiera son capaces de administrar sus accidentes. Ninguna otra expresión como la de “tercermundista” para mejor retratar una gestión torpe, contraproducente y tardía. O sea, nefasta.

Curiosamente, en el último año, para no ir más lejos, los accidentes que han ocupado las portadas de todos los medios, y les doy el beneficio de llamarlos accidentes, han tenido como protagonistas a los listos de la clase.

En abril del 2010 explotaba y se hundía una plataforma petrolera en el Golfo de México propiedad de la compañía Transocean y que trabajaba en concesión la British Petroleum, con licencia del gobierno estadounidense. Sólo la incompetencia que ese gobierno exhibiera en relación al huracán Katrina, competiría en desafueros y falsedades con la catástrofe ocurrida en el Caribe. Acusaciones entre la compañía propietaria y la multinacional inglesa, engaños, desmentidos, informes desaparecidos, dimisiones… Obama, comprensivo y cauto al principio, acabó por irritarse ante la ineptitud demostrada por los tantos expertos y sus geniales ideas en su afán de interrumpir el vertido. Detrás habían quedado playas arruinadas, aguas contaminadas, flora y fauna perdidas, y unos cuantos muertos que no fueron noticia.

Los protagonistas: los listos de la clase.

Fukushima todavía se hace sitio en los medios para seguir desmintiendo, sea con cuentagotas, todas las mentiras vertidas, casi tanta como el agua contaminada que han arrojado al mar. También en Japón se dieron cita los más sesudos expertos, por ende japoneses, para superar en su incompetente y mendaz gestión el caso del derrame de petróleo en el Caribe. Se llegó, incluso, a tener que corregir desde París la magnitud de la alarma que mentía Japón.

Reproches, excusas, incoherencias, datos que se borran, antecedentes que se ocultan, y una interminable sucesión de propuestas que en cuestión de horas se aprueban y suspenden, mientras sigue ampliándose el diámetro de la desgracia y multiplicándose el número de desalojados y muertos.

Los protagonistas: los listos de la clase

En la eficiente y laboriosa Alemania es que también ha surgido el brote de ‘E.coli’ que primero se achacó al pepino y después a la soya, a la espera de que el tomate demuestre su inocencia,   la alcachofa pruebe su coartada y que la berenjena sea interrogada.

Pasan los días, aumenta el número de muertos y de hospitalizados, y las autoridades alemanas siguen sin dar con el origen del brote infeccioso, repasando el santoral de verduras para dar con la que más convenga, entre discusiones, incongruencias, disimulos, pretextos…

Los protagonistas: los listos de la case.

Y mientras tanto, el tonto de la clase, aquel alumno a quien los listos   prohibieran primero y bloquearan después,   a quien intervinieran,   con quien desfogan sus peores humores, de quien los listos hicieran mofa burlándose de su subdesarrollo, dándole a los listos cátedras de ética y moral y enseñándoles a andar en bicicleta.

El Nacional

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