Muchos edificios modernos crean atmósferas interiores insalubres y hasta peligrosas para sus ocupantes, pudiendo dar lugar a problemas como el denominado “síndrome del edificio enfermo”.
En respuesta al edificio enfermo y contaminante, una parte de las empresas y corporaciones, como parte de un movimiento internacional de responsabilidad social, optaron por la mejor de las posibilidades constructivas: el edificio verde.
En el país, la historia del edificio verde, estaba en blanco.
La inauguración de la torre Orange, primer edificio realmente verde en la República Dominicana, debe ser entendido y aceptado en la medida en que representa una pauta de responsabilidad ambiental constructiva, que aporta un precedente a seguir por otras corporaciones y empresas.
En los días en que se inauguró el edificio recibió titulares por la ceremonia, por la presencia de personalidades que acudieron a su apertura, incluyendo el presidente Leonel Fernández, pero una vez pasada la apertura, publicadas las fotos ampliamente y reseñado el evento, quedamos con la conciencia clara de lo que representa ambientalmente este edificio.
Comencemos por ver las características energéticas de esta edificación: la estructura está dotada de casi cien paneles solares que proporcionan el 15% de la energía necesaria para su funcionamiento. Esto implica una economía energética por año, de 33,600 kilovatios hora y evita la emisión de 628 toneladas de dióxido de carbono (CO2).
Y afortunadamente, la torre Orange, ha sido producto del talento dominicano, tanto en diseño y construcción. No es mucha la gente que ahora agradece a la familia Haché, los dueños del edificio, y a los arquitectos originales. Vale mencionar a Pedro (padre) y a su hijo Axel. Los contratistas fueron Raphael y Luis Aybar, quienes tuvieron una responsabilidad particular: adecuar el edificio original, al propósito que se deseaba lograr medioambientalmente. Como parte de los talentos integrados a Orange, hay que mencionar al ingeniero contratado para completar la construcción de la obra, Omar Ávila; Juan Villeta, arquitecto, y Geraldine Mañón, quien aportó el minimalista y funcional diseño.
Independientemente del aspecto ambiental, el edificio es amigable en su diseño, con una agradable expresión de sencillez y dividido temáticamente por pisos: música dominicana, recursos naturales, arte. Las luces están programadas para encenderse sólo si los sensores captan movimiento.
Este edificio está llamado a ser un reto para la gestión constructiva empresarial dominicana.