Opinión

De aquí y de allá

De aquí y de allá

Ningún dominicano debería emigrar por necesidad. Sin embargo, son cientos los que  hoy se juegan la vida diariamente intentando alcanzar las costas de Puerto Rico, para entrar a Estados Unidos en procura de mejorar sus condiciones de vida. Y por ese espíritu de superación que los ha impulsado, muchos compatriotas se han convertido en prósperos comerciantes y empresarios, entre los que abundan quienes han podido proporcionar una esmerada educación a sus hijos. Gracias a la numerosa comunidad en el exterior de personas que han llegado por todos los medios, las remesas constituyen la segunda fuente más importante generadora de divisas de la economía.

Los compatriotas que han llegado a Estados Unidos seducidos por el “sueño americano”, muchos teniendo que sortear los más diversos riesgos, con la vida en un hilo, como cientos de miles de inmigrantes de toda parte del planeta, han sido absorbidos e integrados por la sociedad norteamericana sin poner en riesgo la nacionalidad ni su soberanía. En el caso de la colonia dominicana la integración ha sido tan significativa  que el presidente Barack Obama ha propuesto un candidato de origen dominicano como secretario de Trabajo y muchos otros compatriotas  ocupan hoy alcaldías, curules legislativas y desempeñan funciones de embajadores, entre otros cargos públicos. Aparte de una caterva de profesionales que enseñan en  universidades y prestigiosos centros académicos.

Estados Unidos siempre ha reconocido que es una nación sin identidad propia y su gran deuda con los inmigrantes. Y a pesar de signos de intolerancia tan macabros como los de Arizona, donde se criminaliza a los indocumentados, ahora mismo el país se plantea una reforma migratoria para resolver el drama de unos 11 millones de seres humanos que han llegado a ese país con el deseo de progresar. Por los indicadores económicos y la estabilidad política el dominicano tiene menos necesidades de emigrar que el haitiano. Sin embargo, lo hace. E incluso con mayores riesgos. En Estados Unidos ni en España se han aterrorizado jamás de que los inmigrantes constituyan una amenaza para  leyes, tradiciones,  costumbres y la cultura, como se ha pregonado por aquí contra los haitianos. Y, que se sepa, tampoco se ha incurrido en atentados como el de despojar a ningún ciudadano de su nacionalidad en base al odio y la discriminación.

Los haitianos emigran a esta parte de la isla porque no tienen más opciones para subsistir. Hacen los peores trabajos y en las peores condiciones, pero, aún así, en un país de negros y mulatos, con dos o tres blancos, que en algún momento de su historia encontró cobijo en el pueblo haitiano, se les regatean derechos. A diferencia de Estados Unidos.

El Nacional

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