Opinión

De las rutas A y B

De las rutas A y B

La inauguración de la segunda línea del Metro de Santo Domingo es motivo de júbilo para  las personas que tienen  como calvario utilizar el funesto  y vil  transporte público. La ciudadanía ha sido reivindicada con la construcción de este moderno sistema de movilidad.

La historia del transporte público es la  de las penurias y el suplicio de la gente.

Los tiempos han cambiado, pero el transporte no había  variado, permaneciendo por años  esta crisis sobre ruedas, que parece  encontró su punto y final con la construcción del Metro.

En ese trayecto,  la ciudad de Santo Domingo ha sido  testigo de diferentes tipos de movilidad  que recorre la memoria de cada habitante de esta urbe.  

¿Cómo una persona nacida y criada en la capital puede olvidar los viajes memorables  de las famosas rutas A y B, que por  10 centavos se  paseaban por toda la ciudad, a veces en unos autobuses de dos pisos, que con todos los árboles de framboyán  de la Ciudad de aquella época, había que agacharse para  no topetarse  con una rama?

Igualmente nos preguntamos:  ¿A quién de esa época no se le aguan los ojos ante el recuerdo imperecedero de los carros Austin, con sus capotas blancas unos, y roja otros (“cuente los Austin”, decía el comercial) que se turnaban los días de trabajo?

Pero, asimismo, ¿podría haber  alguien que se precie de ser “serie palito” que  no sienta nostalgia ante la evocación del Caballero de la Camisa Blanca en su carro de concho, o del chofer “Cabe-Otro”? ¿O qué capitaleño o capitaleña en el otoño de su existencia ha olvidado la ruta 5, Onatrate, las banderitas, y las siglas Unachosín, Anchode, Siuchodisna y una retahíla más de acrónimos,  engordados por los gobiernos de turno?

¡Bienvenida sea la segunda línea del Metro de Santo Domingo!

El Nacional

La Voz de Todos