Tener un retrato objetivo de nosotros mismos es muy difícil.
José Manglano tiene una publicación que se llama 22 maneras de caerse bien, de Editorial Planeta, que aborda el tema y cuya fuente yo comento en versión libre.
La identidad es parte esencial de la personalidad.
Para alcanzar la felicidad es básico sentirse cómodo con uno mismo.
Analicemos algunos perfiles de lo que se llama el yo, para ver en cuál o cuáles encajan o se identifican mis amigos lectores:
Soy sanamente rebelde
La rebeldía está estrechamente ligada a la libertad. Una personalidad propia, auténtica e independiente, muchas veces se inicia con un adolescente rebelde. Pero, no son bien comprendidos.
Soy conformista
Las cosas son como son y no puedo hacer nada para cambiarlas.
Ocurre cuando el rebelde que llevamos dentro muere y la hipoteca conformista frente a la vida nos cuesta cara.
Se observa en exartistas, exrrevolucionarios, exdeportistas, que no supieron hacer el tránsito entre la estrella aplaudida y el jubilado ignorado hasta por su propia familia.
El disperso
Conserva su espíritu de rebeldía, pero no mide consecuencias y le tira a una paloma con una bazuca, vive echando pleitos menores y abriéndose frentes en cada contienda. Como participa en batallas que no le son propias, su existir está lleno de incertidumbres.
Yo tengo cuartos, ahora quiero fama y notoriedad
La movilidad social por vía de la política, el narco y el trabajo honesto, hace que un expobre se convierta en el pequeño burgués que lo tiene todo pero ya ese confort no le satisface y ahora se lanza en la búsqueda de fama y reconocimiento. Cualquier parecido con candidatos de nuevo cuño es pura coincidencia.
El manipulador
Para él, el fin justifica los medios. Le interesa gobernar la realidad al costo que sea.
Compra, vende influencias, finge afectos y lealtades y siempre sale airoso de sus aventuras comerciales y políticas.
. Hasta un día en que la realidad lo desnuda y cae en manos del desprestigio, de la justicia o de ambos a la vez
El servil lambón
Su obsesión es buscar de forma desesperada la aprobación ajena.
Pierde su dignidad y se convierte en la sombra del otro. Ya no tiene respeto por sí mismo, menos por los demás.
Su sumisión es tal que mantiene relaciones desequilibradas, va con el viento, a donde se mueva el jefe.
El invisible
En este grupo entran los llamados testaferros de nuestro folclor político. Es un cero a la izquierda, impotente, frustrado, ignorado por los demás. Es un sinsentido vital, va perdiendo progresivamente su propio respeto, así como su autoestima.
Son altamente peligrosos y se prestan a develar cualquier complot cuando su invisibilidad no es bien pagada o protegida.
El sensual y seductor
Este personaje está presente en todos los clubes sociales y en los partidos políticos.
Agradable, cultivador de amistades, piropero profesional, lobista exquisito, tanto para armar un negocio como para ligar una hembrita para él o para el potentado al que sirve.
No es amigo de nadie, mucho menos tiene capacidad de amar y su lealtad es transitoria, practicándola solo cuando sirve a sus intereses.