Opinión

Debilidad y culpa

Debilidad  y culpa

Hoy llegó Fidelio con los ojos irritados. Fue dichoso ya que otro diputado está en la clínica y a Faride Raful hubo que sacarla de emergencia del campo de batalla en que la Policía convirtió el Congreso Nacional, al cual no dudó en bombardear como si se encontrara en Guachupita.

Fidelio había acudido al llamado de un grupo de diputados para actuar como mediadores entre un grupo de jóvenes que se iba a instalar en vigilia frente a la Procuraduría, y la Policía, la cual tenía órdenes de desalojarlos a como diera lugar usando picanas eléctricas y bombas lacrimógenas.

Cuando llegaron los diputados a conversar con el coronel encargado, este no parecía entender que estaba frente a un poder tan importante como la presidencia de la República y sin inmutarse dijo que fueran a hablar con el relacionista público de la Policía.

Cuando los diputados le dijeron que irían a hablar con el procurador ordenó a sus policías concentrarse en la entrada para evitar su ingreso y comenzaron a tirar bombas lacrimógenas y tiros al aire. Luego, cuando los diputados se retiraron hacia el Congreso los persiguieron hasta la entrada y rellenaron con bombas el hemiciclo.

¡Otro record Guinness! Un coronel irrespetando a los representantes del segundo poder del Estado Dominicano!
¿Y todo por qué?

Por la torpeza del Procurador.

Si un grupo de seis jóvenes se apersona a llevar una carta a la Procuraduría, usted la recibe y firma. Si luego deciden hacer una vigilia frente al edificio (práctica común donde que existe democracia), usted los acomoda: Por favor ubíquense por aquí, porque es su derecho manifestarse pacíficamente. Y usted deja de hacer el ridículo denunciando que van a poner una bomba en el edificio porque a algún muchacho incómodo dijera que habría que volar el edificio, porque una cosa son palabras y otras son hechos y hay demasiados problemas en el país para que usted alarme a la ciudadanía con rumores tremendistas.

¿A quién retrata mal este episodio?

Ciertamente no a un procurador que nadie sabe de dónde salió ni cuál es su historial legislativo, o experiencia, y a quien nadie respeta. Si, al gobierno que evidencia una terrible debilidad cuando seis jóvenes estudiantes lo ponen en jaque y hace una demostración excesiva de fuerza, (como en el caso del obrero amigo nuestro, a quien un agente del DNI logro mantener seis meses preso porque se negó a dejarse robar doscientos pesos, poniéndole droga en los bolsillos) como hizo con el peregrino por el simple hecho de ser un dirigente popular de la Marcha Verde.

Abusar de la fuerza es confesión de culpa.

Ya no necesitamos los papeles de Odebrecht para convencernos.

El Nacional

La Voz de Todos