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Democracias

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Decía el presidente eterno dominicano Joaquín Balaguer que la Constitución “es un pedazo de papel”. Por casualidad, ¿higiénico?
Los ejemplos no faltan, ¡sobran!

En las elecciones dominicanas de 1924 Horacio Vásquez, contrario a la reelección, es electo presidente con la prohibición constitucional a la reelección. En 1929 se reforma para permitir que fuera reelegido. En su discurso de aceptación dice: “acepto sin embargo, sin vacilar, que mi nombre sea postulado para la presidencia de la República en el próximo periodo en la seguridad de que cumplo un gran deber y presto a mi país un eminente servicio”.

En 2012 Danilo Medina, contrario a la reelección, es electo presidente con la prohibición constitucional a la reelección. En 2015 se reforma para permitir que fuera reelegido. En su discurso de aceptación dice: “es cierto que, en varias ocasiones, no acepté discutir la posibilidad de mi reelección, el fuerte deseo popular a favor de la enmienda para la reelección me ayudó a superar este dilema. Mi mayor compromiso es tener siempre el oído en el corazón del pueblo”.
¡86 años después!

En la década de los noventa, Alberto Fujimori disuelve el congreso de la República y el poder legislativo de Perú por la negativa del Congreso de concederle amplios poderes para legislar. Por supuesto sin dejar de intervenir los medios de comunicación.
Lo que no pudo Fujimori lo logró Hugo Chávez en Venezuela con la Ley Habilitante consagrada en la Constitución de 1999 que faculta al presidente de la República a dictar decretos con rango de ley sobre materias que estime pertinentes.

En la actualidad y a pesar de la Habilitante, desde enero del 2016 el Congreso Nacional de Venezuela, controlado por la oposición política, se ha enfrentado a más de 50 sentencias del Poder Judicial anulando las disposiciones del Congreso.

La dos últimas, han sido la anulación de la inmunidad parlamentaria y el cierre del Parlamento. En esta última, Fujimori le ganó la partida. Han dado marcha atrás.

¿Democracias? Parecería que Joaquín Balaguer tenía razón.

El Nacional

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