Semana

Desuella tiranía trujillista

Desuella tiranía trujillista

El escritor gallego José Almoina Mateos escribió su osado libro “Una satrapía en el Caribe”, que publicó en 1949 en Ciudad de Guatemala, en el que desuella y describe el catálogo de inconductas que caracterizó el accionar del generalísimo Rafael Leonidas Trujillo y su familia, osadía temeraria que pagó con el precio de su vida.

En 275 páginas, Almoina no escatimó en una sola, de fustigar de manera pertinaz, con epítetos subidos, los excesos recurrentes que el tirano Trujillo aplicaba como método de gobierno y como forma en su cosmos pedestre y visceralmente autoritario, contra el indefenso pueblo que sojuzgó y esquilmó durante 31 años de padecimientos inenarrables.

Trujillo asignaba una importancia superlativa a todo cuando se refería a su persona, familia y gobierno, y exaltado de manera reiterativa por propios y extraños, unas veces por convicción, otras por conveniencia y un apreciable por ciento por miedo a perder el pellejo, y en ese cosmos, las críticas que se les hacían o trataba de comprarlas o de cualquier manera eliminarlas.

En este último contexto, fueron los casos del intelectual, escritor y profesor de la Escuela Diplomática de la Cancillería dominicana el vasco Jesús de Galíndez, que escribió como tesis de grado para la Universidad de Columbia, de Nueva York, que intituló La Era de Trujillo, que le costó la vida, luego de ser secuestrado al ingresar a la estación 56 del subway newyorkino el l2-04-l956, y del que jamás se conoció de su existencia.

Almoina corrió la misma suerte de su paisano Galíndez, cuando transitando una avenida de Ciudad México, el 04-05-l960, fue arrollado adrede por un auto, que dio reversa y volvió a arrollarlo, y desde el que se desmontaron sicarios que le dispararon a quemarropa y lo dejaron por muerto, pero sobrevivió hasta ser conducido moribundo al hospital donde apenas murmuró: “Fue Trujillo”, expirando al siguiente día.

Otra referencia de un denunciante que pagó con su vida fue el reverendo episcopal Charles Raymond Barnes, que denunció el genocidio de octubre de l937 ordenado por Trujillo en el que fueron inmisericordemente asesinados entre tres mil a cinco mil haitianos.

Almoina fue institutriz de Ramfis, el mimado é inservible hijo del tirano y secretario particular del déspota, y su condición de compartir las intimidades del hombre fuerte dominicano, al publicar su primera obra, el jefe interpretó su actitud más que una osadía, una traición a la confianza que le concedió de ser su secretario y tutor de Ramfis.
Traición era para Trujillo una concepción de doble moral, pues al no perdonar las decisiones tanto de Galíndez como de Almoina, pasó por alto la traición en que incurrió contra su comandante en jefe y protector el presidente Horació Vásquez, no solo traicionándolo, sino derrocando su gobierno constitucional..

La edición original de “Una satrapía en el Caribe fue limitada y, evidente, no circuló en el país hasta 1999, cuando el historiador Orlando Inoa rescata el valioso documento acusador de Almoina contra Trujillo (Editorial Cole), y nueve vez, este octubre 2015, Inoa vuelve a editar la obra, con apostasillas investigativas donde describe las inconductas censurables de algunos paniaguados de la execrable tiranía.

“Una satrapía en el Caribe” es un innegable libelo, pero con detalles verdaderos de la tiranía más perversa y corrupta que registra la historia latinoamericana, y entra dentro del genero con el que Víctor Hugo anatematizó la regencia del rey Luis XVIII de Francia, que intituló Napoleón El Pequeño.

Almoina es reiterativo denunciando la hiperdulía que provocaba y persiste con el tiempo, la hiperémesis de intelectuales que sin solicitud previa, se decantaron por las lisonjas exageradas, en una sorda competencia por superar el uno a otro de la ciénega del ditirambo rastrero, aventajando a todos el nefasto Mario Fermín Cabral.

En la página 173, Almoina atribuye la vesania de Trujillo a la sífilis, contraída por el dictador en sus innumerables aventuras horizontales en la cuales demostró ser un soberbio yeguarizo, aunque solo se conoce padre de cuatro seis hijos, una con Aminta Ledesma, una con Bienvenida Ricardo, tres con María Martínez y uno con Lina Lovatón.

El doctor George Marión le asistió en problemas de urología, prostatitis, por venéreas que se atendían con pócimas, antes de que el doctor Alexander Fleming descubriera los antibióticos con la penicilina en 1928.

La penicilina llegó al país luego de la II Guerra Mundial (1939-45) porque su producción masiva era dirigida a los soldados británicos, franceses, norteamericanos, canadienses y australianos que enfrentaban a las Potencias del Eje Roma-Berlín-Tokyo.

Orlando Inoa recrea aspectos inéditos de renombrados colaboradores de Trujillo, empezando por Manuel Arturo Peña Batlle (Chilo), a quien desconsideraba teniéndole parado por horas, no obstante su insistencia a Casa Vicini para cederle sus servicios.
Luis Rafael Trujillo Mokina (Nene), hijo natural de Jasé Trujillo Valdéz (Pepito) con Caridad Stephan, a quien doña Julia Molina Chavalier, a quien nunca se le conoció un acto indigno, en un rasgo de nobleza le concedió el apellido y lo crió.

El Nacional

La Voz de Todos