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Un “líder democrático”

 

El grupo de dirigentes que encabeza el llamado PRD “institucional” decidió celebrar el pasado domingo 20, contra viento y marea, la convención nacional para elegir a las autoridades nacionales del partido, incluyendo al presidente.

Fue un esfuerzo desesperado para darle una pátina de legitimidad a la reelección de Miguel Vargas.

Una farsa de origen, porque no hay quien crea que quienes actuaron como lo hicieron el domingo pasado organizaron la convención guiados por conciencia democrática o compromiso con la libre competición política. La hicieron como pantalla, como pantomima exigida por el tiempo y por el teatro de cortes electorales que dizque regulan nuestro sistema de partidos políticos. Miguel fue electo como presidente del PRD en el 2009 y ya no tiene forma de explicar cómo seguir ostentando la presidencia de un partido cuyos miembros no lo han reelegido y no lo quieren.

Por su lado, Guido Gómez, en una movida correcta convocó a sus seguidores a que acudieran a los centros de votación a ejercer su derecho al sufragio, incluyendo a los excluidos del padrón.

Fue una peligrosa jugada política no solo en busca de posiciones directivas, sino por el control de una simbología política septuagenaria, venerable, condensada en tres letras y un jacho ardiendo; simbología que, a decir verdad, anda bien zarandeada, no por la edad de su discurso ideológico, sino por los graves desvaríos de sus voceros y representantes actuales.

Es verdad que la historia del PRD es venerable, pero nunca tanto como para darle respetabilidad a las tres letras si estas apareciesen en el frontispicio de una organización convertida en reducto de un autoritarismo patético.

El espectáculo del pasado domingo cuestiona también a todo el sistema político dominicano.

¿Como podrían los demás partidos políticos del sistema continuar tratando a Miguel Vargas como presidente legitimo del PRD?

Las iglesias, la sociedad civil, los gremios y las instituciones del Estado deberían retirarle todo trato de líder democrático. No es un simple asunto de un PRD “díscolo” – ! que lo ha sido !-, es también una dolorosa denuncia de nuestra sociedad política.

El Nacional

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