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El pasado jueves 9 de junio el doctor David Gross, premio Nobel de física 2004, dictó una conferencia en la biblioteca de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) titulada: La Importancia de la Ciencia Básica.
La actividad fue atendida por académicos e interesados provenientes de diferentes lugares y academias del país.
Naturalmente, la conferencia no fue sobre física de partículas, especialidad de Gross, sino sobre el lugar de la ciencia entre las iniciativas humanas que contribuyen al enriquecimiento del intelecto y del espíritu.
Podría afirmarse que desde hace siglos– desde que sentó sus reales como madre nutricia de las olas cíclicas de “destrucciones creativas” económicas y sociales, según Sombart y Schumpeter-, la ciencia ha disfrutado de un notable reconocimiento social. Paradójicamente, sin embargo, la clase política ha sido parca, casi reacia, en respaldar la actividad científica, y menos a las denominadas ciencias básicas, fundamentales o “teóricas”. Esa falta en materia de política científica es menor en países desarrollados, pero grave en naciones atrasadas y pequeñas.
Desde hace años circula entre nosotros, como pieza de moda, la retórica sobre la “sociedad del conocimiento”, aunque pocos reparan en que el conocimiento de mayor impacto lo produce la ciencia, en especial las ciencias básicas. Naturalmente, esos conocimientos científicos la gente común no “los ve” en la forma en que ve y palpa los artefactos tecnológicos. Por ejemplo, la gente manipula las pantallas táctiles y resistentes de teléfonos celulares, televisores o computadoras, pero no “ve”, — ¡no es fácil!- la teoría física que dio origen a ese nuevo material de las pantallas denominado grafeno y que mereció el premio Nobel de física (2010) a André Geim y Konstantin Novoselov.
Según las nuevas corrientes de la enseñanza de las ingenierías las facultades deberían fortalecer la enseñanza de las ciencias naturales básicas, ya que debido a la velocidad de los cambios tecnológicos lo aprendido por el estudiante en el primer año de facultad se vuelve obsoleto antes de finalizar la carrera. Se estima que solo una sólida zapata de ciencias naturales y matemáticas permitiría al joven ingeniero seguir aprendiendo por propia cuenta

El Nacional

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