Opinión

DETALLES

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En el año 2001, durante una breve estancia en Accra, capital de Ghana, sostuve un interesante diálogo con un taxista de esa ciudad. El hombre hablaba con entusiasmo sobre la situación de su país. Cuando me referí al futuro incierto del coronel Jerry Rawlings,  quien  poco antes había salido del poder luego de casi 20 años a la cabeza de un régimen de fuerza, la suave conversación subió de tono, el taxista reaccionó como si lo hubieran pinchado y con voz seca y desafiante me dijo en clarísimo inglés: “¡Untouchable! ¡Untouchable!” (¡Intocable!, ¡Intocable!).

La respuesta me dejó mudo, con sonrisa fija y mirada sin objetivo.

Intocables fueron Trujillo y Pinochet… recordé entristecido. Para el año 2001 me parecía que esas conductas habían sido superadas en América Latina y que si todavía prevalecía en Ghana era porque se trataba de  “cosas de África”.

Un cliché popular en Occidente y al cual recurrí como “consuelo de tonto”.

Ahora tenemos que el expresidente Leonel Fernández es un intocable entre los dominicanos, en pleno 2013. 

Ni las guerrillas izquierdistas, ni las posiciones radicales que asumen a veces poderosos empresarios, amenazan tanto a la democracia como la postración del estamento judicial  e institucional de un país ante un individuo.

Toda la teoría política del absolutismo desde la Roma imperial hasta la Revolución Francesa tuvo como postulado fundamental situar al soberano por encima de la ley. De ahí la conocida máxima romana “el príncipe esta desvinculado de las leyes”.

Este tipo de régimen fue eliminado de modo definitivo con la instalación del régimen basado en el Estado de derecho, que tiene como postulado esencial que “nadie está por encima de la ley”. 

Quizá basado en ese principio fue que Baltazar Garzón declaró hace par de años en España que “un solo acto de corrupción desde el poder merece la caída de un gobierno”.

Naturalmente, desde entonces Baltazar ha corrido contra sus pasos, y entre canas y  maromas se ha transfigurado de un garzón a una garcilla bueyera, de las que abundan en la Sabana de Guabatico.

El Nacional

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