Opinión

¡División Berlanga!

¡División Berlanga!

Euclides Gutiérrez Félix

XXIX
Para el año de 1956, cuando el autor de esta columna había cumplido 20 años de edad, el desarrollo en el orden agrícola, técnico y burocrático que había ejecutado la dependencia de la United Fruit Company en nuestro país, era realmente extraordinario. La División Berlanga, escenario productor y Manzanillo, ese pequeño poblado y puerto, donde estaban instaladas las oficinas burocráticas de más jerarquía, los talleres técnicos, el hospital, y otras dependencias de la empresa bananera. Como hemos relatado, “La Grenada” hacía diez años que había iniciado la exportación de bananos o guineos llamados “Johnson”, en racimos que se producían en las matas sembradas en las fincas de La Cruz de Palo Verde, Isabel, Madre, Maguaca, Julián y Jaramillo. Estos guineos de gran tamaño, hermosos y dulces, tenían su mercado asegurado en Estados Unidos de América.
En aquel momento en Monte Cristi y Manzanillo, había venido al mundo una gran cantidad de niñas y niños, hijos de los empleados, técnicos y trabajadores agrícolas de la empresa; más adelante señalaremos por sus nombres a muchos de esos niños, algunos de los cuales han llegado a ser figuras importantes en la vida económica, burocrática y profesional de nuestro país. Son conocidos también como “grenadinos”, los que eran hijos de los empleados burocráticos de Manzanillo y de los empleados agrícolas de la División Berlanga, desde niños asistían a una escuela de inglés establecida en Manzanillo en “El Cerro”, que ascendía entre hembras y varones tal vez a sesenta o setenta; los que vivían en las fincas bananeras eran transportados a más de veinte kilómetros, en una cómoda y hermosa guagua de la marca Ford, que eran conocidas con el nombre de “guagua verde”. Casi todos aprendieron a hablar, a leer y escribir en ese idioma.
Desgraciadamente o lamentablemente, para ese momento comenzó a aparecer en las plantaciones bananeras una enfermedad que se extendía con una rapidez espantosa, conocida con el nombre de “el mal de Panamá”, que vino a sumarse a la otra enfermedad que afectaba las plantaciones bananeras, llamada “Sigatoka” con la diferencia de que esta última era mantenida bajo control, por el extraordinario y excelente servicio de fumigación que con máquinas modernas de gran capacidad, se usaban para fumigar con pesticidas que mantenían relativamente en condiciones de producir las plantas o matas de guineos como popularmente se les llamaba. Nuestro padre que llegó a convertirse en uno de los empleados de la División Agrícola, más eficiente y conocedor de sus funciones, que terminaron convirtiéndolo empíricamente en un agrimensor de incuestionable autoridad. Hizo de su criterio una lección para la empresa bananera, porque aseguraba que una de las razones que auspiciaban esas enfermedades era el estilo o modelo de irrigación que usaba la compañía.
Nuestro padre era contrario a la “fumigación aérea” que se practicaba por medio de torres metálicas de treinta pies de altura, con unos proyectores llamados pistones, que rociaban el agua en forma circular cubriendo un radio de aproximadamente treinta metros. El afirmaba que “El Panamá” se extendería con más rapidez en las fincas Isabel, Madre, Maguaca y Julián que de las seis fincas eran las que estaban irrigadas por la fumigación aérea, ya que La Cruz de Palo Verde y Jaramillo recibían el reguío por canales de superficie. Continuaremos…

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