Opinión

Doble cara

Doble cara

El sector privado siempre se vive llenando la boca con la palabra “competitividad”, y no se cansa de repetirla. Es curioso que en menos de una semana hayan salido a relucir dos casos donde la falta de competitividad promovida desde el sector privado, que tanto afirma defenderla, afecta a los contribuyentes y el mismo Estado.  

 En primer orden está el conflicto comercial de Costa Rica y otros países centroamericanos con República Dominicana, llegándose al extremo de que una Ministro de nuestro socio comercial advirtiera que aquí íbamos a aprender a respetar los acuerdos internacionales por las buenas o por las malas.

Lucen ofendidos los empresarios y funcionarios estatales por esas declaraciones, y se montan en sus caballitos de “defensa de la producción nacional” para llevar al país a hacer un gasto innecesario tratando de justificar lo injustificable.

 Simplemente admítanlo, se pasaron el acuerdo con Centroamérica por donde no llega el sol, pidan disculpas y corrijan lo que hicieron. Prefiero eso que sale gratis, a que con el dinero de los contribuyentes se paguen las enormes costas de arbitraje, los sumamente elevados honorarios de los árbitros y ni hablar de los honorarios de los abogados, todo por una causa perdida.

 La medida de salvaguardia metida por debajo de la mesa va a resultar muy cuesta arriba de defender, y alegar “ventajas competitivas por los regímenes fiscales especiales” o “el no cumplimiento de las reglas de origen” como causa de una medida de salvaguardia es exponernos a hacer el ridículo en el extranjero. El procedimiento y las causas para imponer una medida de salvaguardia están claramente establecidos en el Tratado y nosotros actuamos como si nada de eso existiera.

 Es sumamente molestoso  que  estemos empeñados en rescatar a cuanto empresario que se rasgue las vestiduras por “los productos importados”, y con ese fin dar continuidad a la cultura de estatizar las pérdidas mientras se mantienen privatizadas las ganancias, sin dejar que cada persona se haga cargo de manejar el negocio que ha elegido, con sus beneficios como con sus riesgos.

 Por otro lado, está el caso de LADOM y la leche en el desayuno escolar. Sin  sonrojarse, el ministerio de Educación le regaló un monopolio sobre la leche del desayuno, y LADOM, como  cualquier empresa con ese poder, hace lo que le venga en gana.

 En su momento, se defendió a capa y espada el otorgamiento de ese irritante monopolio, y ahora se  paga las consecuencias con la salud de miles de niños, los intoxicados como los que en lo adelante dejarán de recibir parte del desayuno.

Mucho he defendido el trabajo de los empresarios cuando  resulta positivo para el país, pero eso no significa que me nuble ante la realidad de que estos mismos suelen ser los que causan y financian muchos de los males que ellos viven reclamando al Estado que resuelva. Competitividad viene del competir, no de ir a llorarle al Gobierno para que les resuelva sus negocios todo el tiempo. Si no pueden competir, empiecen a aprender como quebrar. Al final serán más útiles no estando.

El Nacional

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