Opinión

El Bulevar de la vida

El Bulevar de la vida

“Sabia virtud, de conocer el tiempo, a tiempo amar y desatarse a tiempo, como dice el refrán: dar tiempo al tiempo”.

Renato Leduc.

En agosto de 1978, Joaquín Balaguer era algo menos que un cadáver político. Sin embargo, en 1986 volvió al poder y terminó sus días con el reconocimiento de sus históricos adversarios quienes llegaron al exceso ético de concederle el título de “Padre de la Democracia”.

En 1982, las amenazas y el irrespeto que le esperaban al salir del Palacio, condujeron a Don Antonio Guzmán a la muerte. Hoy, 30 años después, casi todos le recordamos como un presidente digno, conciliador, valiente, humano, honesto y generoso.

En agosto 2004, impopular y rechazado como un pobre en Romana, o como un liceista hablando duro en el estadio Cibao o visitando a la Fiscal de Santo Domingo, Hipólito Mejía iba directo y sin escalas al zafacón de la historia. Ocho años después, de no haber sido por los tres frentes morados, el tradicional uso politiquero del Presupuesto Nacional en elecciones, y sus declaraciones sobre los robos de las “chicas del servicio”, o el anuncio de que no pagaría las viejas deudas del Estado y las nuevas las dejaría poner viejas, don Hipólito habría pasado de aquel año “vivido en peligro”, a la gloria bendita que en este país otorga a un hombre el acto de colocarse la banda presidencial.

A partir del 16 de agosto de este año, ya fuera del Palacio Nacional, Leonel Fernández ha comenzado a recorrer su personal Vía Apia: El  tradicional calvario de los ex presidentes de nuestra democracia. Su frase sobre el especial valor de los saludos de ayer en FUNGLODE en ocasión de su 59 cumpleaños, -(“porque fueron dados al amigo y no al Presidente de la República”)-, retrata el drama en una sola pieza.

Han bastado algo más de 100 días alejado de la casona de la Dr. Báez, para que Fernández comience a constatar cómo ahora, sólo ahora y no antes, ciegos ven y sordos oyen lo que antes ni escuchaban ni veían, y círculos intelectuales, periodísticos, económicos y políticos descubrieran el hilo en bollito y averiguaran al fin cómo es que le entra el agua al coco.

¡Bienvenido a su calvario, Profesor! ¡Esto también es la Real Politik!

Es por todo lo anterior, que uno aconseja al Profesor hacer un alto en el camino. Tomarse un descanso como el de Bosch en Benidorm, el del Doctor en Miami o el de Hipólito a Taiwán.

Al fin, sus luces y sombras, virtudes y defectos, éxitos y fracasos como ciudadano y como gobernante están ahí para la Historia, que es la única que absuelve o condena a los hombres y sus actos, sus decisiones, Profesor.

Tómese un descanso, que Yolanda América necesita que su señor padre le explique la última edición de The Economist y sus colores, y le ayude a hacer la tarea del colegio; que la escuche cantar junto a sus compañeritas de coro.  (Dos mil dieciséis está muy lejos… “quien sabe si volverá otra vez a amanecer” (…) “El mañana es sólo un adverbio de tiempo”. (…) “Yo no sé mañana, yo no sé mañana”.

Tómese un descanso. Y cuando haya disminuido el fanatismo a dos bandas (a favor y en contra) que su liderazgo genera; cuando los años pasen y haya menguado el histerismo resentido o la irracional adulación que provoca su persona, serenos, podremos sentarnos una tarde en Funglode o un sábado en la mañana en el Centro Bonó a evaluar sus gobiernos, sus decisiones. Justo y como ahora, -sólo ahora y no antes- podemos hacer con las administraciones de Bosch, Balaguer, don Antonio o Jorge Blanco.

El Nacional

La Voz de Todos