Opinión

El Bulevar de la vida

El Bulevar de la vida

El PRD, tan suicida y auto flagelado siempre,  haría muy bien en aprender el arte del disimulo. No por parecerse al PLD que es un artista en el asunto, sino por emular a ciertos logias/grupos empresariales que, con sus Comités Central de Maledicencias, CCM, tiran a matar en implacables guerras de fusilamiento moral.

Como según citaba mi maestro Yaqui Núñez la verdad es un espejo roto, cada uno de estos grupos, cuando lo considera necesario toma un pedazo de ese espejo y acude con su media verdad y su crueldad entera a matar mediáticamente a quien haya afectado sus intereses. Ni el PRD ha llegado a tanto. Los blancos, amén de los tiros de Babado, no pasan de cantar con Pancho Céspedes… a esa “Silla loca, loca, loca de verdad”; o con Rubén, a esa que hasta el domingo solo fue “una silla plástica, de esas que veo por ahí”.

Ya quisiera para sí el PRD de Miguel o Hipólito, el veneno y la capacidad de dañar reputaciones de ciertos grupos empresariales, cuando de no aceptar una derrota, un concurso perdido, unos mejores precios, qué se yo, se trata.

Ahora que estamos casi todos hartos de ver a un PRD desangrarse y desacreditarse con más veneno que una víbora en celos, no está mal darse una vuelta por ciertos escenarios empresariales y sus gendarmes de caballería jurídica, sus mozos de escuadra periodística, que son implacables como el olvido, crueles como un amor vencido por la incomprensión y el demasiado vino.

Tradicionalmente, cierto cinismo ha acompañado al ejercicio periodístico, que en última instancia siempre defiende los intereses de sus propietarios, -como es de esperar-, pero eso sí: dentro de cierto disimulo y equilibrio, dentro de cierta mínima objetividad.

La internet, el desarrollo tecnológico y la interactividad que las redes sociales han traído, han revalorizado como nunca los medios de comunicación. Ya, hasta existen medios creados o adquiridos EXCLUSIVAMENTE como resguardo y seguro de vida… como arma para ganar contenciosos en las redes sociales y el Internet, mientras se pelea en los tribunales.

Hay quienes poseen medios de comunicación, no para hacer negocios y ganar dinero informando, generando empleos y pagando impuestos, ¡y qué bueno!, sino para que el adversario empresario sepa que “donde las dan las toman”. Del “muerto del sótano” hablaremos otro día.

Esta es ya la aldea global del olvidado McLuhan, convertida en una maravillosa city bien informada, pero también en una espantosa caverna de gigabytes de difamación y judicialización del ejercicio periodístico.

 La lucha mediática/periodística, como la lucha política, ha sido tradicionalmente una guerra turbia y cínica, pero lo de ahora es “la madre”, el gansterismo virtual donde lo menos importante es la verdad, la objetividad, el respeto o los límites. ¡Es el infierno!

Mientras más leo los diarios, más amo a las mujeres que rondan los cuarenta, saben lo que quieren y cómo, y gustan de reinventarse la Zona Colonial con su mirada, (al morir la tarde); o cualquier noche, regalarnos el universo con su palabra tierna que casi siempre interrumpe un beso, y entonces, ay, entra el mar y canta el cielo como cuando el  cielo era el cielo. Con su permiso.

El Nacional

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