Página Dos

El Bulevar de la vida

El Bulevar de la vida

Este líneas bautizadas hace ahora mil años como el bulevar de la vida, debe ceder su espacio a joyas que a uno se le aperecen en la red, en las tertulias o en viejos libros… y también en la memoria.

Por qué no compartir con ustedes estos textos, inolvidables porque nos formaron, impresionaron, nos golpearon, pero sobre todo sirvieron, sirven para inspirar la vida, oiga usted, que las Paola ya se están poniendo grandes y van haciendo su mundo y cada día aunda más el Pa huérfano de hijas… culpas son del tiempo

De ahora en adelantes, les prometo esta casa de citas cada sábado. Deliciosas, ay , don Radha, sino por el contenido, por el recuerdo.

El que sigue, es un poema del poeta y maestro cubano Raúl Ferrer, escrito en 1941 en homenaje a sus estudiantes del batey donde impartía docencia.

Ahora que al fin, la Educación se ha convertido en un tema de preocupación, no solo de las élites económicas, comunicadoras que inspiran, artistas sensibles o intelectuales del yopienso, sino de gran parte de la ciudadanía, en especial la más joven, bien vale que esta sabatina de casa para citar textos fundamentales, ofrezca a ustedes este canto a una niña que simboliza al ciudadano solidario, el buen cristiano para el bien humano, que alguna vez habrá de ser la gente.

“Romance de la niña mala”

Un vecino del ingenio dice que Dorita es mala, y para probarlo me cuenta que es arisca y malcriada, y que cien veces al día, todo el batey la regaña.

Que a la hija de un colono le dio ayer una pedrada, y que a la del mayoral le puso roja la cara, quién sabe por qué razones por nosotros ignoradas.

Que si la visten de limpio, al poco rato su bata o está sucia o está rota, que anda siempre despeinada, que no estudia la lección y nunca sabe la tabla.

Que el sábado y el domingo se pierde en las guardarrayas, persiguiendo tomeguines o recogiendo guayabas

Y yo pregunto, vecino, vecino de mala entraña, ¿quién puede decir que sea por esto mi niña mala?

Si hubieras visto lo íntimo de su vida y de su alma, como la ha visto el maestro, qué diferente pensaras.

Verdad que siempre está ausente, pero si viene no falta, entre sus manitas breves un ramo de rosas blancas, para poner al Martí que tengo en mitad del aula.

Con quien no tenga merienda parte a gusto su naranja, si cantamos al salir, se oye su voz, la más alta. (Su voz que es limpia y alegre como arpegio de guitarra.)

Y cuando explico aritmética, le parece tan abstracta, que de flores y banderas me llena toda la página, y prefiere en el recreo jugar con Luisa, la única niña negra de mi aula, a veces le llama Luisa, a veces le dice hermana. (Y cuentan los que la vieron, que en aquella tarde amarga, en que no vino el maestro, era la que más lloraba.)

Cuando se premie el cariño y lo rebelde del alma, cuando se entienda la risa y se le cante a la gracia.

Cuando la justicia rompa y entre en mi pueblo su marcha, y el tierno botón de un niño sea una flor en la esperanza, habrá que poner al pecho de mi niña una medalla, aunque el batey malicioso me le dé tan mala fama, y tú, mi pobre vecino, no entiendas una palabra. (Raúl Ferrer)

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