Cuando el país no sale del asombro consternado en su horror cotidiano de un cadáver de mujer por el pecado de serlo, por su inalienable derecho a olvidar; y ya se mata una mujer como se olvidan las tardes o se canta una canción .
En este país indignado por la sangre de una mujer, dos, diez, cien; preocupado de tanto carrusel de duelo, mancilladas las flores, rotos todos los espejos, lleno de ratas los agujeros.
En este pobre y casi absurdo país, un ministerio de Turismo no encuentra otra manera de promover una torneo de polo en California, que poniéndolo el nombre de un chulo trujillista, abusador consumado y demostrado de mujeres, de nombre Porfirio Rubirosa.
Mientras una instancia del Estado, -la Fiscalía del Distrito Nacional- da muestras de pre y sobre todo de ocupación y ejemplo por el drama humano que la violencia contra la mujer supone; y una Primera Dama y Vice electa amarra por aquí y ajusta por allí para enfrentar esta epidemia de llantos; mientras todo esto ocurre, un ministerio del propio Estado rinde homenaje a Rubirosa.
Porfirio Rubirosa, como macho abusador y chantajista que fue, representa todo lo que debe superar el hombre dominicano para llegar a ser verdaderamente hombre. (Hazla feliz, que sonría y vuele, vuelva a volar y serás el dueño de su corazón. Ellas no tienen dueño, pero solo las acompañará en su travesía de luchas cotidianas y meditaciones horizontales, ay, el hombre que las haga sonreír, ver a Dios, volver a verlo, ay, y estar siempre, siempre).
¡Qué vaina! Tal parece que el ministerio de Turismo prefiere escuchar Omega antes que al tango de don Carlos Gardel. ¿Varón?: “Varón pa quererla mucho, pa desearle bien, varón”