Opinión

El Bulevar de la vida

El Bulevar de la vida

La sociedad dominicana casi toda se exaspera y sobre todo desespera -y con razón- por el tema de la corrupción.

Sin embargo, -en un práctica muy nuestra-, los dominicanos preferimos los decoraos a la realidad, a la tierna temeridad de los hechos. (Cantos de sirena. Doblez de  mentira y allante. Medias verdades. Fantocherías demagógicas quiero decir).

La sociedad dominicana supuestamente esta harta de la corrupción pública y la  privada (como si pudiera existir una sin la otra). Sin embargo, nuestro sistema político y empresarial no es más que una gran incitación a la delincuencia, a violar unas leyes que en la realidad de los hechos sólo existen como argumentos de chantaje para joder al hombre relativamente honesto que falla en tal o cual asunto, para beneficiar grupos empresariales en ataque de celos contra otros por los favores y caricias del poder político.

Ahora más que respuestas tengo preguntas. Por una vez, no seamos bomberos  y “pisémonos las mangueras”: 

¿Se puede hacer política en Dominicana con mínimas posibilidades de éxito, sin antes contactar al poder económico que patrocine ese hacer político?

¿Por qué el poder económico patrocina a un político? ¿Por vocación filantrópica o generosidad cristiana? ¿Qué ocurre cuando el político alcanza una regiduría, alcaldía, curul, presidencia con el apoyo económico de tal o cual grupo, persona, inversionista o lavador?

La respuesta a estas interrogantes la encontré hace mil años en el campo dominicano: “El que paga manda”.

Los dominicanos nos hemos montado un sistema político y empresarial donde NO es posible ejercer de empresario ni de político (con posibilidades de éxito, aclaro) sin pelearnos con alguna de las  leyes establecidas. Claro que hay formas y maneras. Disimulos y excesos entre corruptos. Y unos son más vulgares que otros.

A unos, -los que vienen de abajo y hay evidencias de su antigua pobreza-, se les nota más el ascenso, y es mas fácil el chantaje o la diversión burlona disfrazada de lucha ética y una M que no es de miércoles, don Radha, pero la verdad es una: En Dominicana para competir políticamente con mínimas posibilidades de éxito se necesita un dinero que alguien suministra y que usted debe pagar utilizando los instrumentos que ese poder pone en sus manos al alcanzarlo. Y rueda la rueda.

Mucho queda por decir y hacer en Dominicana sobre la tolvanera infame de la corrupción y sus eructos. Una corrupción que, por supuesto, ¡Claro! que es una plaga, ¡Quién c… lo pone en duda!

Pero no basta con la denuncia chulera contra tal o cual supuesto corrupto, solo  para beneficiar a otro al que servimos o nos beneficia. Viajemos al meollo de la cuestión.

La corrupción pública y privada ha sido la “acumulación originaria”, “opera prima”, “pecado original” que comete un partido para alcanzar el Poder o seguir siéndolo; y también para que un señor cualquiera en cuatro años monte una empresa, o el otro -que ya la tenía- la convierta en un emporio, que uno será presidente del Club de los Pendejos, pero no es bruto. Tonto, tonto seremos, somos, joder, pero no tanto, pero no tanto. Claro que seguiremos hablando de esto. Con su permiso.

El Nacional

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