Opinión

El ejemplo de Abril

El ejemplo de Abril

La Revolución de Abril de 1965 constituye un episodio histórico que marcó huella indeleble sobre la conciencia nacional, que atesora la experiencia de una insurrección popular que tuvo la finalidad de restablecer la democracia, interrumpida por el derrocamiento del Gobierno del presidente Juan Bosch, el 25 de septiembre de 1963.

Los dominicanos sufrieron durante más de tres décadas el flagelo de una tiranía sin ejemplo, y a tan solo siete meses de instalado el primer gobierno democrático post dictadura, grupos políticos, militares, empresariales y del clero, con el apoyo de Washington, malograron la naciente institucionalidad.

El triunvirato que suplantó el legítimo mandato de la voluntad popular expresada en las urnas, promovió y fomentó la corruptela, represión política, el usufructo ilegal de los bienes decomisados al tirano, así como la negación total de las libertades públicas.

Una joven oficialidad hizo causa común con la dirigencia del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), sindicatos, asociaciones profesionales y otros sectores, en la organización de un levantamiento cívico militar contra el régimen golpista, que se desató el 24 de abril, con el llamado por radio del doctor José Francisco Peña Gómez a un levantamiento popular.

Centenares de jóvenes civiles y militares improvisaron un ejército popular que enfrentó en las calles de Santo Domingo y en el puente Duarte a tropas regulares, con claras posibilidades de vencer y garantizar el retorno de Bosch a la Presidencia de la República, pero ese anhelo fue frustrado por la grosera intervención militar de Estados Unidos, el 28 de abril.

Los coroneles Francisco Alberto Caamaño, Rafael Tomas Fernández Domínguez, Ramón Montes Arache, Rafael Lora Fernández, Hernando Ramírez, junto a otros oficiales, clases y alistados tienen un lugar de privilegio en el parnaso de la historia por su valor, arrojo y sacrificio en los difíciles momentos cuando la patria y la democracia reclamaron su concurso.

Las generaciones presentes y futuras no deben olvidar que la sangre generosa de lo mejor de la juventud dominicana fue derramada durante la insurrección de abril y después en la guerra patria, contra la invasión yanqui, para reivindicar el mandato de Duarte, de que esta nación no acepta la servidumbre ni la tiranía.

Al cumplirse hoy 52 años de la Revolución Constitucionalista, preciso es advertir a gobernantes y gobernados que la democracia y las libertades públicas son conquistas sagradas que no se ofrecen como dádivas ni se conculcan bajo ningún alegato o subterfugio. Ahí está el ejemplo de Abril.

El Nacional

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