¿Qué Pasa?

El lado bueno

El lado bueno

Brazos de refugio
Con mirada aterradora Julia, una niña de 11 años, contaba a unos amiguitos en el mercado, cómo su padre golpeó a su madre hasta dejarla con la cara morada.

La verdad es que estaba asustada, pero no porque fuera la primera vez, sino porque en cada borrachera de su padre, que traía como consecuencia maltratos para su madre, ella pensaba que la mataría.

Pero finalmente era la misma historia, su padre después de aquella escena, se iba de la casa por unos días y cuando pensaban que no volvería, entraba por la puerta, y sin mucho arrepentimiento, su madre lo dejaba nuevamente quedarse con ellos, como si nada hubiera pasado.
Pudieran ser estos episodios, los que provocaron que Julia, se acercara a aquella señora buena, que vendía ropas en el mercado, se hiciera su amiga, y le ofreciera trabajar con ella, aunque no le pagara.

Pues resulta que se apegó a aquella señora hasta el punto de que comía le ayudaba en la tienda, le limpiaba el polvo, le hacía los mandados, y hábilmente, aunque con su misma inocencia, un día la acompañó a su casa y almorzaron juntas.

Pues al pasar de unos meses, la pequeña Julia, se iba con esta aquella señora a su casa y allí pasaba el día y parte de la noche. Eran más o menos las 8, cuando se despedía y con la seguridad de un adulto, tomaba la calle para regresar a su casa y si un día no podía ir, se le escuchaba pedir excusas a su nueva tutora, como si esto fuera una falta.

El miedo invadía a la señora, cuando la pequeña se despedía en las noches y se iba sola, andando callejones y cruzando calles, que se conocía al dedillo. Lo cierto es que Julia, había encontrado un hogar que por nada del mundo quería abandonar.

Era una casa llena de silencios y paz, donde nadie golpeaba ni insultaba, donde tenía su comidita segura y hasta unos dulcitos al caer la tarde. Y donde una dulce señora solía pasar las manos cariñosamente por su cabeza, mientras le aconsejaba sobre la manera correcta de manejarse en la vida.

Lo mejor de todo era que sus padres, sumergidos en la violencia, se sentian bastantes aliviados de que la niña, desapareciera casi todo el día, sin que supieran exactamente en qué lugar estaba.  Para ellos, padres ausentes sumergidos en una miseria humana, no era un problerma verla llegar sola cada noche a la casa.

El Nacional

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