Semana

El mundo de las criaturas del bosque

El mundo de las criaturas del bosque

Este devenir de hojas, ramas, sonidos y silencios prolongados es coleóptero, licuado, caótico en apariencia.

Es nocturno y circular y se desplaza en un movimiento sostenido, como el de una galaxia expósita.

El vasto mundo de las criaturas, como un breve sistema minimalista, decora la vitalidad del bosque. Pertenecer a este territorio es serlo por igual con todas las consecuencias de lo que te deparan sus momentos de infierno o de recelos. Cada quien es el rey aquí a condición de que sepa comerse sin freirlo, sin pasarlo por agua, y de vez en cuando a uno que otro súbdito descuidado o mal dispuesto.

Es una floración de alas amarillas y una línea azul en algún lugar de la esperanza.

El bosque es un todo y cada una de sus partes. Es la criatura que trepa o la que vuela de la rama al mediodía y del atardecer al poniente. Es la abeja que segrega ambrosía.

La chicharra elevada a sinfonía y a murmullo. La mariposa cuyas alas ostentan la fragilidad y la resistencia.

La escarcha como caligrafía sin nombre de la noche salobre se retira y regresa. Es la hoja náufraga y anciana del yagrumo que se retira río abajo sin pena ni recompensa.

Es el rotundo mosaico de la colobura dirce, la alada habitante del bosque húmedo que antes fue gusano y hoy es olvido.

Es el ave canora que ensaya los versos felices de este breve continente de plátanos, bromelias, eucaliptos, juncos deshojados.

Es el roedor nocturno, huidizo, de hocico prolongado- el Selonodon paradoxus, llamado también jutía, de mordedura venenosa, que desconoce su fama en la comunidad científica y que no la necesita.

Están esas especies exigentes, oscuras y brillosas como nube inminente, que demandan una hogaza de pan con aleteos de desespero e insistencia de cobradores de impuestos.

Las cazadoras, las de temibles colmillos que no intentan morder sino que muerden.

Las sutiles, las tiernas, las que cantan desde las puertas mismas del misterio.

Las que devoran gusanos que nunca llegarán a transformarse.

Las que, como si estuvieran de espalda a una realidad que hiere, cuelgan de las cuevas.

Las que destellan en el rojo magenta.

La culebra sinuosa que acecha a la rata para hacerla socia de su vientre.

La lagartija, prenda áurea del hábitat ocioso y umbrío. Las que no conceden un segundo de importancia a la imponencia del  tiempo.

Las que han hecho del amarillo y del verde, de la mirada fija y el desplazamiento violento y depurado sistema de defensa.

Nunca ninguna de estas criaturas por razón alguna cierta o falsa se ha sentido desdichada. En ese espacio del multitud boscosa no hay nada que se pudiera considerar superfluo o triste o descabellado.

Es la gramática, formulación irracional de nuestro sistema de lenguas el que le asigna condiciones altamente subjetivas que nunca han tenido.

Toda realidad es una hipótesis de trabajo, todo es imagen y en cierto modo fijación ilusoria.

Fijación que corresponden a una sola especie.

El Nacional

La Voz de Todos