El teatro criollo tiene razones suficientes para disfrutar el sabor del proceso que ha vivido y que apunta a la elevación de su calidad integral, ha develado nuevas figuras de relevo y ha fortalecido su arraigo a golpe de intensidad dramática, alegría bien provocada desde lo inteligente y el despliegue de talentos artísticos y técnicos.

El Test, texto que develo en 2016 en España uno de los rostros de su nueva dramaturgia, el del barcelonés Jordi Vallejo,

Construye contradicciones de concepto, con las que se expone la validez de un planteamiento: esperar la mejor de las opciones que la vida depara o el sentido utilitario de lo inmediato. En apariencia, la trama es el cuestionamiento a la paciencia y la provocación que crea en los seres humanos la ambición y el sentido práctico.

Pero llega mas allá: es un planteamiento sobre el eterno tema del amor y el concepto de la fidelidad. Un teatro de la comicidad pensada en las cuales son factores que le otorgan un sitial en el quehacer teatral de este año que inicia con una escenografía exquisita (Fidel López), finísima y operativa con cinco locaciones simultaneas muy bien logradas en una terraza de apartamento de lujo.

El segundo factor de éxito es el ritmo que logran Joseguillermo Cortinez, NaslhaBogaert, Pepe Sierra y Karina Larrauri que no da respiro. Gracias a una dramaturgia cuidada como pieza de joyería, nada sobra, no hay nada prescindible.
Precisión textual y agudeza interpretativa, hacen reír y hacen pensar.

El tercer elemento es el partido que saca de los elementos de la pieza, la directora María Castillo, quien juega, sobre un concepto muy comercial, imponer la validez del histrionismo verdadero.