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El último día en un campamento de las FARC

El último día en un campamento de las FARC

Selva del occidente de Colombia. BBC-Mundo .- Una caminata cuesta arriba por la selva, olor a vegetación, a barro, pero sobre todo a humedad, siempre la humedad, nos lleva hasta el campamento. Es una pequeña ciudadela de madera, escondida bajo las copas de los árboles y cerca de una fuente de agua -la primera condición de la guerrilla para elegir un sitio donde armar base- que con largas mangueras negras alimenta un piletón de 2×2 metros que sirve para cocinar, lavar platos y ropas, limpiar las botas del barro y darse baños a baldazos.

Aquí viven 18 guerrilleros, 11 hombres y siete mujeres, que en tres semanas despejaron este pedazo de selva y levantaron media docena de caletas (espacio para dormir) “deluxe” con piso, techo y alguna pared; camas con colchonetas y mosquiteros en las que duermen de a dos. Cada uno comparte cama con quien le indique el comandante, porque aquí las decisiones las toma siempre el de arriba.

A las parejas sí se las deja dormir juntas. Pero tienen que ser de hombre y mujer. La guerrilla ha sido acusada de ser una organización homofóbica. Aunque ya no echa a los homosexuales de sus filas en forma definitiva, sí los saca de los campamentos, les quita las armas y los manda a trabajar de milicianos, me aseguraron tres comandantes.

Además de las caletas y el piletón, el campamento tiene un baño -con inodoro-, un patio de unos 10 x 3 metros hecho de tablones de madera, coronado por un cartel similar a los que adornan el río Naya, una sala de reuniones y esparcimiento, o aula, más grande que el patio, equipada con sillas y una mesa de jardín, todo de plástico azul, y un almacén de alimentos y elementos de limpieza.

Todas las estructuras están unidas por corredores de madera, para alejar los pies del barro que todo lo cubre.
Este campamento tiene energía eléctrica, provista por un generador, así que las caletas tienen tomacorrientes, la sala tiene una TV de pantalla plana de 32 pulgadas y el almacén una nevera de esas blancas, anchas y bajitas que usan en las tiendas, llena de bebidas frías para paliar el calor constante.

Frente a la TV varios de los guerrilleros miran una película de Cantinflas, de esas donde los mexicanos son simpáticos, chiquititos y coloridos y la protagonista es gringa, rubia y blanca como Barbie. Antes habían estado viendo la película Los Magníficos (Equipo A), donde los personajes hacen cosas de guerra que estos muchachos saben imposibles.

Más tarde aparece en la pantalla una publicidad de la serie La Niña del canal Caracol, basada en hechos reales, que cuenta la historia de una mujer que había sido reclutada por las FARC cuando era menor. Me da curiosidad.
—¿La miran acá?
—No, mucha propaganda -me responde un guerrillero, explicando que no les convence el contenido y el enfoque de la serie.
Aquí los guerrilleros mantienen su actual rutina de comer, dormir, asearse, mirar tele y ver caer la lluvia todas las tardes.

También toman cursos para prepararse para la política posconflicto y pensar, pensar mucho acerca de cómo los recibirá Colombia y qué serán cuando dejen de ser guerrilleros, si el proceso de paz que el gobierno y las FARC sostienen desde hace más de tres años prospera.

Dice un ya uniformado Camilo, quien está presente en el campamento, aunque no es parte del grupo que vive en él en forma permanente.

Quisiera ser ingeniero civil porque le gusta construir, pero sólo si se lo permiten en las FARC, si cabe dentro de la misión que le dé la guerrilla una vez que se convierta en movimiento político no armado.

Parece que aquí nadie puede imaginar que en la vida civil las cosas no funcionan así, que no viene ya todo determinado por las decisiones de un superior que dice todos los días qué hacer y qué no, que le toca a uno ir armando camino. Me pregunto cómo asumirán los guerrilleros esa nueva responsabilidad.

En todo caso, Camilo sabe de responsabilidades. Dice que a los 13 años empezó a hacer mandados para las FARC y manejaba un grupo de cinco milicianos.

No es el único de su familia de ocho hermanos que se metió en la guerrilla, dejando una casa en la que nunca faltó lo esencial -sí una ducha caliente, que nunca tomó en su vida- gracias al trabajo de su padre en un aserradero. El menor les salió al revés: como los hermanos no lo dejaron meterse a las FARC se fue para el Ejército.

Camilo tomó las armas a los 17 años y a los 24 ya era comandante de guerrilla (24 hombres). Se le ven las cualidades de liderazgo y es de esos rebeldes que parece que tendrán más fácil el pasaje a la vida política civil.

Fuera de la selva también tendrán que aprender a sostener relaciones que vayan más allá de la de superior-subordinado o de guerrillero-guerrillero.

En las FARC no hay amigos, hay compañeros, camaradas, me responden todos los guerrilleros a los que les pregunto. El primero que me lo dijo fue el propio Camilo: “Aquí no hay derecho a amigos.

Somos compañeros, un amigo es algo muy íntimo”.
Esa intimidad, creen en las FARC, puede generar una lealtad comprometedora. ¿Y cómo puede hacer uno para tener que tomar una decisión difícil sobre alguien que se volvió un amigo?, me plantea.
De lo que habla es, por poner el ejemplo más dramático, de cómo votar en caso de que se tenga que determinar si se debe o no fusilar a un guerrillero que violó las reglas de la insurgencia.

Él lo tuvo que hacer más de una vez, cuando compañeros suyos fueron condenados a muerte por robo de dinero, por ejemplo.
Camilo tuvo su propia mala experiencia con la confianza, una que le costó uno de sus peores recuerdos en la guerrilla.
Había llegado a un nuevo campamento y lo mandaron con un compañero a buscar un bulto de papas. El se lo cargó pero le pidió al otro guerrillero, Sergio, que le llevara la pistola para ir más cómodo.

Tras un rato de andar se dio vuelta y Sergio no estaba más. Se había volado, esa forma poética que tienen aquí de decir que alguien desertó.

Otro guerrillero, Esneider, lleva la música dentro suyo. Con timidez la saca para afuera, en unas estrofas de una de sus composiciones que es la doctrina de las FARC hecha música: “Es la que lucha / Por los que tienen una vida cruel / Por esto todo el mundo la quiere / Por esto todo el mundo la adora / Nacional e internacional / Si lo quieres saber / Esa organización / Es las FARC-EP”.

El Nacional

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