Opinión

En el espejo de Haití

En el espejo de Haití

La controversial decisión tomada por las autoridades haitianas de restringir la importación de huevos y carnes desde la República Dominicana, nos ha presentado muchas lecciones. La más importante quizás sea la necesidad de reglas claras y firmes para intercambios comerciales e inversiones, algo para con lo que siempre hemos actuado tal cual lo hace hoy Haití. En esta ocasión, la diferencia es que los perjudicados somos. República Dominicana queda como país hipócrita reclamando de Haití un trato que no ha sido capaz de ofrecer a otros.

Desde hace tan poco como forzar una modificación del contrato con la Barrick Gold a base de turbas y retenciones de embarques, a hace ya mucho como cambiar las reglas en el sector eléctrico para constreñir nuevas inversiones y ajustes tarifarios, la falta de reglas claras ha sido inherente al ambiente interno de hacer negocios. Hoy, al parecer, el karma ha venido a cobrarnos cuentas pendientes.

Obvio, el pésimo record de República Dominicana no justifica la acción de Haití, y aunque debemos evitar los tremendismos, o caldear los ánimos y embarcarnos a una peligrosa retaliación comercial, sí deben ser tomadas acciones enérgicas frente a esta situación, incluso considerar el sometimiento de Haití por ante la Organización Mundial del Comercio o los mecanismos de solución alternativa de conflictos establecidos en el EPA (Europa-Caribe) del cual tanto nosotros como Haití somos parte.

 Pero esto debe llamarnos a la reflexión de nuestras propias faltas. Somos un país que, al igual que Haití, simplemente no da garantías de que las condiciones regulatorias o los acuerdos contractuales puedan sostenerse en el tiempo, donde la imagen de la nación queda comprometida por caprichos personales de algunos funcionarios, y que luego asumimos como responsabilidad política aquello que en realidad es responsabilidad nacional. 

La semana pasada fuimos condenados por un tribunal en Estados Unidos al pago de USD$50 millones por incumplimiento de contrato, un poco antes de eso tuvimos que acordar la estatización de los peajes por USD$138 millones, comprar EDE Este fue de USD$26.5 millones, comprar EDE Norte y EDE Sur fue de USD$249 millones, y así sucesivamente condenas van y acuerdos vienen, y cada nueva inversión en República Dominicana pide más costosas garantías para que no siga ocurriendo lo que estamos acostumbrados a que ocurra. Probablemente, no muy distinto haremos nosotros ahora con Haití.

República Dominicana se ha comportado en muchas ocasiones como hoy lo hace Haití y quizás la providencia ha provocado que ahora los afectados seamos nosotros. Esto debe exceder las evaluaciones puntuales de las relaciones, y debería incidir para que evaluemos el tipo de ambiente para los negocios que nosotros deseamos que los demás países otorguen a nuestros productores, y el tipo de trato que estamos dispuestos a otorgar a las empresas o productores de otros países.

La actitud habitual de República Dominicana y la presente actitud de Haití, son excelente explicación de por qué ambos países sobre esta isla son tercermundistas. No estaría mal si al menos los que estamos de este lado, aprovechamos la ocasión para vernos en el espejo y empezar los ajustes.

El Nacional

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