Opinión

Entelequia llamada PRD

Entelequia llamada PRD

Es cierto que el gobierno, como todo incumplidor impenitente, está desautorizado para convocar a un diálogo. Se compromete a todo, siendo esa la primera evidencia de que nada, o muy poco, cumplirá. Pero un ejercicio político partidario con un mínimo de responsabilidad, no puede ser asumido como si se tratara de una rabieta de niño malcriado. La actual convocatoria oficial, por el contexto en que se produce, merece una respuesta sosegada. Eso no ha podido hacer el PRD.

 La real existencia de una entidad de la naturaleza que sea, no se concretiza por el cumplimiento de los requisitos exigidos por la ley. Eso es lo menos importante. Lo trascendente es que en su accionar haya consonancia con los propósitos esenciales perseguidos. Inconcebible suponer una organización caritativa dilapidando recursos. El PRD es cualquier cosa menos un partido político en sentido riguroso.

 Todo partido político es, en sí mismo, un proyecto de nación. No se puede pretender que, desde el poder, una gestión de gobierno refleje características distintas a lo que son los signos distintivos del ente partidario que la sustenta. Por eso son tan similares el PRD y sus períodos gubernamentales.

 La institucionalidad es una de las grandes necesidades de esta nación. Nadie puede garantizar más que aquello de que dispone, el PRD, desprovisto de espíritu de cuerpo, sin órganos capaces de funcionar por encima de las apetencias personales de sus integrantes, se convierte, de esa forma, en una maquinaria enmohecida que no hace más que succionar cuantiosos recursos del patrimonio nacional.

 Su imposibilidad para responder un Sí o un No a la convocatoria a diálogo que formuló el gobierno, ha sido su más reciente demostración de infuncionalidad. No han podido reunirse para fijar una posición en un sentido u otro, sin percatarse de que su actitud no hace más que favorecer la iniciativa de su adversario, quien queda resaltado, en contraposición a la ineptitud perredeísta, como un propiciador del consenso y la armonía nacional. No puede haber mayor torpeza.

 Lo risible de todo es constatar el extremo al que algunos han llegado, pretendiendo justificar esa conducta como la expresión de una intenso ejercicio democrático, cuando lo cierto es que se trata de un colosal desorden de un conglomerado que ha demostrado que su más enraizada vocación ha estado dirigida al aniquilamiento de sus posibilidades electorales y del respeto de segmentos importantes de la población que lo perciben como la antesala de la barbarie.

 Ese comportamiento perredeísta es uno de los grandes aliados del partido gobernante. El PLD tiene su mayor apuesta colocada en esas minusvalías de su oponente principal. Confían en ella e incluso la estimulan, en la certeza de que la ceguera blanca le hará morder el anzuelo con facilidad.

 El PRD olvida que el PLD, también desprovisto de calidad para hacer resurgir la ilusión nacional, ha logrado, no obstante, nuclearse en torno a la necesidad de preservar el poder y no ha perdido la capacidad de simular una vida institucional más o menos coherente. Que el poder en sus manos le sirva para muy poco al país, no es algo que le preocupe mucho. Para sus dirigentes, lo importante es la renovación permanente del contrato de alquiler del Palacio Nacional. Por ironía, su fiador solidario es una entelequia llamada PRD.

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