¿Qué Pasa?

Entre el cielo y tierra

Entre el cielo y tierra

Mary Leisy Hernández

Bailando en el parque

A pocos días de retornar a mi patria volví a sudar la gota gorda bailando en el parque de Las Praderas.

Con cada canción ejercitábamos diferentes partes de nuestro cuerpo y en mi caso particular creo que lo que más ejercité fue mi mente.

Cada merengue, bachata o salsa me trasladó a un momento o a un lugar diferente de Dominicana. Temas archivados por el tiempo o la distancia me hicieron revivir.

Caminé presurosa para integrarme a las clases diarias de zumba del sector en el que por muchos anos viví y tuve que hacer esfuerzos para encontrar espacio en el escenario que resultaba muy pequeño para tantos.

El instructor en ocasiones nos hacía correar algunas de las canciones y yo en el aire cuando se trataba de temas recientes que parecen haber calado en el gusto de la gente como aquel que me costó entender con el estribillo que reza “Nuevecita de cajeta”.

A la tercera canción ya sentía que comenzaba a correr sudor por mi espalda y otras partes de mi cuerpo. Sin perder detalles de los movimientos que marcaba el profesor, también contemplaba diferentes detalles del parque: El árbol de framboyán lleno de flores; el perro que se detenía a hacer sus necesidades sin que su dueño tuviera que preocuparse por recoger sus desechos fecales como en otros países y los caminantes que pasaban y que le ponían ritmo a sus pasos ante la música de diferentes artistas.

A mitad de clases me di cuenta que mi cuerpo estaba mojad todo.
En ese momento sonó una de mis canciones preferidas, uno de mis himnos y me impulsé a hacer aún con más entusiasmo cada movimiento.

También me puse a cantar a todo pulmón “…Vivir la vida laralalala”.
Previo a concluir las clases sonó una bachata. Era el momento de estirarse, de prepararse para concluir.

Para mi fue el momento para la reflexión y así reflexioné: Los dominicanos tenemos muchas riquezas y no nos damos cuenta.

En pocos países como en el nuestro se puede bailar el año entero bajo la sombra de los árboles.

Pocos tenemos la dicha de tener veranos eternos.

El Nacional

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