¿Qué Pasa?

Entre el cielo y tierra

Entre el cielo y tierra

Mary Leisy Hernández

Carnaval sin vejigazos
Brasilia. Brasil. La primera vez que fui a un carnaval sin Diablos ni vejigazos me pareció raro. Sentí que faltaba algo, que no era carnaval, luego me pareció muy agradable no tener que esconderme de aquellos tradicionales golpes, caminar por todos lados sin el miedo que siempre tuve en los domingos de febrero en Dominicana.

La primera vez que disfruté de un domingo de carnaval fuera de mi patria fue en Bélgica, era un famoso carnaval reconocido por la Unesco como patrimonio de la humanidad. Desde diferentes carrozas lanzaban dulces, algunas frutas y adoré conocer otras maneras de celebrar.

Ya antes había disfrutado un poco del carnaval de New Orleans y no precisamente para Mardi Gras. Estuvimos por Luciana en año nuevo, y allí vimos una representación de aquella vieja celebración. Desde los balcones se lanzaban collares de todos los colores y desde entonces me quedé con ganas de ir algún día a aquel famoso carnaval.

Ahora, viviendo en Brasil, cada febrero disfruto del carnaval. Cada año procuro conocer las manifestaciones de una ciudad distinta: Río, Recife, Olinda, Brasilia… cada uno con grandes parecidos e igual con grandes diferencias, pero en ninguno nada similar a los golpes de los diablos, los papelus y los personajes del carnaval dominicano.

Viendo las manifestaciones de los carnavales del mundo, no encontré nada parecido a nuestros vejigazos. Somos únicos e irrepetibles también en carnaval. Lo más parecido que encontré fue en una ciudad de Ecuador, que para carnaval se lanza agua, harina y espumas.

Desde que vivo fuera no he logrado coincidir con el carnaval en mi patria. Desde lejos veo las fotos de los personajes, veo mis amigos gozando en carnaval y yo también gozo su gozo, pero cuando pienso en las historias de golpes, moretones y enojos me pregunto: ¿Será que se puede regular seriamente? Creo posible que sin perder la tradición de los vejigazos, el tan original carnaval dominicano se disfrute plenamente sin miedo ni dolor.

El Nacional

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