Reportajes

Es conciencia de la élite ante fracaso de la guerra

Es conciencia de la élite ante fracaso de la guerra

POR RAFAEL P. RODRIGUEZ
El Nacional
SANTIAGO.- Un grave atentado cuyas ramificaciones estremecen al mundo, tiene lugar en el corazón de la potencia dominante justo al inicio de un nuevo siglo y milenio.

En medio de la conmoción, la élite política se mueve para interpretar los signos internos de la agresión, aquellos que no visualizan fácilmente el común de la gente ni los cerebros medianamente entrenados.

Se trata, la agresiva secuencia de violencia premeditada con aviones comerciales incluidos, de un pronunciamiento violento de la lejana marginalidad. Aquella masa de desposeídos que no es tomada en cuenta en plan alguno de desarrollo humano aunque la integran cientos de millones de seres humanos ha dado una respuesta de magnitud al que siente como un desprecio imperdonable.

Tras las consecuencias inmediatas que toman cuerpo en dos guerras simultáneas en el mundo islámico, queda tiempo para darle seguimiento al mar de fondo de este gesto sin precedentes, meditado y planificado con escalofriante sentido de la oportunidad. Convencida de que debe darle más de una respuesta al hecho irreversible, surge una coyuntura especial en un cuatrienio posterior: el efecto político electoral.

El blanco anglosajón que gobierna con fuego en la potencia dominante ha ofendido con sus guerras sin tregua y su retórica antiterrorista a un mundo empotrado en creencias que no han sido debidamente escuchadas y hay que hacer algo al respecto para evitar una catástrofe a escala planetaria.

A continuación y en medio de la crisis ya espectacular, a la que se adiciona una caída económica, surge un nombre de caracteres arábigos aunque formado en las mejores escuelas del espantado occidente. Barack Hussein Obama es la sorpresiva respuesta política a una situación que demanda ser respondida por encima de los tanques, los misiles y las bombas que pretenden ser inteligentes pero que suelen volar a ciegas y matar hasta a las treguas. El portador de la misión mesiánica impuesta en su condición de presidente electo por vía de las soluciones sistémicas, deberá tener un nombre homónimo al de la realidad islámica que se siente  marginada.

De ahí el factor Obama operando como conciencia de la élite, como carta que intenta ser amistosa en medio del fracaso de la acción bélica que arrastra consigno el nocivo  factor económico al resultar cara, altamente impopular y que no logra restablecer la necesaria confianza que necesita la potencia. Por el contrario, la secuela de una guerra antiterrorista, que crea dramas terribles entre millones de inocentes y asola pueblos enteros, profundiza, en cambio, los factores opuestos.

Obama es  mostrado como el polo opuesto a la rigidez mortal del momento. Es el discurso anti bélico, el sándalo que devuelve una cierta fragancia, o que intenta ser fragancia, a las heridas de la guerra, orquestada con argumentos falaces, que parece no tener un final y que no tiene sentido.

En el ser humano hay un habla no siempre perceptible en sus dimensiones más intrincadas. Este es el caso.

Hay que descodificar el surgimiento, aparentemente inesperado, del factor Obama. No es casual el nombre, no es casual la negritud, no es casual el rostro de marginado.

El azar entra en la política como relámpago y se va a la tierra como descarga sorprendente.

Pero ese azar no siempre va a imponer sus reglas: hay que calcular, premeditar, tomar decisiones cruciales.

Obama, graduado en una universidad de la élite, presentado con un discurso brillante y convincente del electorado, frente a lo tosco y lo agresivo que domina el escenario con el rigor de la mordida de los murciélagos, es una carta que se juega la potencia dominante como recurso no invasivo. El porvenir es lo único seguro pero para el cual no  existe una certidumbre absoluta en nada. Pero mientras sigue opera como espejo, como realidad virtual, no hay nada que el tiempo pueda resolver antes de que los factores de riesgo se hayan consumado. Lo que hay ahora es una espera verde, es decir, una esperanza que siente y que en ocasiones incluso llora.

El Nacional

La Voz de Todos