Opinión

Estado y crimen

Estado y crimen

Nuestra historia política está preñada de crímenes de Estado, ejecutados directamente por sanguinarios que han dirigido la cosa pública, o por esbirros a sus servicios que actúan en consonancia con la política represiva de los gobiernos de turno o por insinuaciones de sus jefes. Nuestra historia contemporánea sitúa a Trujillo y a Balaguer como los responsables de un número incalculable de muertes violentas de opositores.

Cuando el héroe nacional, Francisco Alberto Caamaño Deño, fue capturado durante un combate con fuerzas regulares, a raíz de su desembarco con un grupo de revolucionarios por Playa Caracoles, se atribuye al contralmirante Ramón Emilio Jiménez hijo, haber llamado al presidente Balaguer, informándole del acontecimiento y pidiendo instrucciones acerca del destino inmediato del líder de abril, y éste supuestamente le respondió: “en el país no hay cárcel para un hombre de la estatura histórica de Caamaño”, palabras que disponían la pena de muerte para el comandante insurrecto.

Lo mismo ocurrió con el asesinato del periodista Orlando Martínez, quien era un fuerte crítico de la gestión balaguerista, y mostraba sus disgustos frente a sus colaboradores más cercanos, principalmente en presencia de generales militares que tenían una gran vocación por el crimen.

En una ocasión, lo hizo durante una visita que le hizo el entonces jefe de la Fuerza Aérea, Salvador Lluberes Montas, lo que provocó que este preparara una trama para darle muerte al comunicador, interpretando las insinuaciones del dictador ilustrado, quedando configurado un crimen de Estado.

Algunos analistas, han tildado de crimen de Estado la horrenda muerte del abogado Yuniol Ramírez, ocasionado por el destape del antro de corrupción cobijado en la OMSA, asesinato vinculado a actos de soborno o extorsión, ambas infracciones crimínales castigadas con penas de reclusión mayor, pero donde no hay asomo de crimen de Estado.

También fueron crímenes de Estado, la muerte de numerosos izquierdistas ocurrida durante los 12 años del balaguerismo, entre los que puediera mencionar, las desapariciones de Henry Segarra y de Narcisazo, cuyos cadáveres aún no han sido localizados. Además los de Homero Hernández y Amín Abel.

El Nacional

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