Opinión

ESTO PIENSO, ESTO CREO

ESTO PIENSO, ESTO CREO

Más allá del fin, respeto  y lealtad a la amistad

Lealtad invisible que implica el compromiso y la acción

No es que necesariamente seamos mal agradecidos, pero no sabemos valorar las cosas por lo que valen en sí; ¡por su naturaleza! y no por su fama o transcendencia. Por ejemplo, las limosnas son pocas valoradas por falta de fama: algo muy parecido a lo que acontece con la amistad. Por eso se dice que aquél que tenga por bueno y válido que el dar es fácil yerra en su pensamiento.

 Muchas veces el pensamiento,  en apariencia lógico, nos dice que para qué darle, donar o regalar cosas o amistad a personas necesitadas de las mismas, a conocimiento de que por mucho que les demos siempre les ha de faltar. Esto es así porque, sin saberlo, el gusanito del interés se retuerce en nuestro interior, como un diablillo enjaulado.

 Como lo llevamos dicho así es, pues el asunto no estriba en dar para criticar o pasar factura luego o querer hacerse el bueno o hacerlo con la malsana hipocresía de ciertas personas cuando se aproximan eventos en los cuales quieren dar la apariencia de ser lo que en verdad no son.

 Tampoco se trata de  dar o regalar buscando la salvación divina, porque “la salvación no es cuestión de creencia o de piedad divina, sino que se convierte en una revelación sólo posible para aquellos que aún no han perdido del todo lo poco de divinidad que todos los seres humanos poseen”.

 Por eso he manifestado en distintas ocasiones que al final de esta vida para nosotros la suma de todo será cero, aunque para otros tenga o no valor. Mientras tanto en mis recuerdos y mis temores, surge con pena, con dolor y con igual ímpetu de espíritu, la necesidad de mirar en derredor en busca del color de la esperanza para convivir mejor. Para asegurar con fe y que se entienda que la amistad va más allá de la muerte y no puede tratarse como aquellas cosas que son conmensurables, como aquellas que son manejadas por el dinero, que lo iguala todo y hace que todas las cosas sean medibles y eso no cabe en la amistad. Aunque consciente estoy de que para entender esto, como decía Platón, hay que haber sido educado de cierta manera desde la infancia, que nos permita gozar del placer de la amistad o soportar su dolor como es debido”.

 Pero la frugalidad es el pan de cada día. Somos amigos hasta que cambian las situaciones, incluyendo la llegada inesperada o no de la muerte. Para el que queda vivo antes de los nueve días por igual se entierra la amistad y la lealtad hacía el que partió. Quienes así se comportan para mí sólo son cobardes, traidores y hombres de escasos sentimientos que demuestran su poco valor y que no merecían la amistad de ese amigo, al cual no podían siquiera lavarle los pies y que sin duda alguna si en algún momento de sus vidas han disfrutado de dignidad, fue la época en que esa persona los honró admitiéndolo en el estrecho círculo de los suyos.

 Malditos cobardes todos aquellos que juegan con la honradez y la bonhomía de mis amigos idos a destiempo. Malditos aquellos que crean que permaneceré callado frente al que ose hablar o cuestionar la honradez, la hombría y los c…s de Miguel Cocco; de Castillo Pimentel; de Jorge Moreno o de Don Lalo, éste último mi padre, aunque todos los anteriores, por igual, están en el mismo altar.

 Razón demás tiene un amigo compañero de infortunio al decir que es del alma que sale el amor por la Patria y  todo lo demás que es igualmente valioso. Que cuando jóvenes aprendimos y veíamos como los conocimientos y las amistades que adquiríamos eran para siempre, razón por la cual la cultivamos estos valores a todo lo largo de nuestra existencia y más allá, como era el caso de la amistad y la lealtad, aunque ahora todo es desechable y por tal razón cambiamos amistades como desechamos un celular.

 Por suerte en este tiempo de reciclaje, donde todo va a la basura, donde nada se guarda ni respeta porque nada es permanente, hay valores que, como el Guayacán, permanecen sin que hayan vientos que lo doblen, ni cargos que los obnubilen y se mantienen como baluartes y banderas que permanecen para que de todas maneras y dentro del fétido ambiente que nos rodea  resplandezca la esperanza, la misma que se encuentra guardada en el hondón del alma y que debe resurgir como chispa que venga a reavivar el corazón. Amén. ¡Si señor!.

El Nacional

La Voz de Todos