Cuán difícil es soportar la negación, ante tantas verdades ridículas
Cuán difícil! es en este país, encontrar un motivo para sentirse orgulloso de decir que es el nuestro. Los motivos y acciones engañosas no han podido navegar desde otras latitudes hacia este bello y rico pedazo de isla, ¡qué bien! Me parece que cuando los escritores del llamado libro sagrado describieron la manera de cómo fue formado el mundo y hablaron de los inicios de la humanidad con el famoso Adán y la inocente Eva, no dejan lugar a dudas que se estaban refiriendo a esta isla y, principalmente, a la parte que desde siempre supieron que estaría destinada a nosotros, un real y verdadero Edén, el paraíso terrenal que hoy lleva por nombre República Dominicana.
Siempre me he referido a nuestro destino de ser los primeros en decenas de cosas que nunca nos costaron el más mínimo esfuerzo pero, que el destino, ese sino misterioso, nos eligió para serlo.
Y es ahora que venimos, con un esfuerzo supremo y una dirección celestial, encarnada en un grupo selecto que nos ha llevado a ser orgullosamente, los primeros en el mundo que logramos asestarle un golpe mortal a la desgraciada pobreza.
Hemos sacado más de un millón de personas y con la cola que tiene, casi dos millones de seres humanos, -entre ellos dominicanos- de las garras endemoniadas de la miseria.
Cada día somos más ricos, a pesar de que la deuda que tendrán que pagar las futuras generaciones no tiene madre, pero, vamos pa´lante, a zancadas de vencedores, colocando miles de millones en bonos y, no vaya usted a pensar que en dólares, no señor, en nuestra orgullosa y poderosa moneda, aunque muchos les llamen a esto endeudarse y es porque no escuchan a las insignes bocinas que nos los explican día a día, no es deuda, es progreso, dinero para terminar de eliminar la pobreza, es dinero para aumentar los pobres padres de familia y llevarlos al nivel de clase media y, que cual si fueran cerdos que se ponen a engordar para que en las elecciones se muestren solidarios con sus votos y continuar arriba, arriba.
Pero vivimos tan felices, ricos, endiabladamente tranquilos y seguros, que somos los únicos en el mundo donde no existe el clientelismo en los organismos del Estado, esa caja chica que en otras latitudes utilizan los políticos para donar, regalar y obsequiar a los borregos que ellos pastorean y que les sirve además, para asegurar votos “solidarios” que les permiten llegar y permanecer en la cima del poder político.
Hipocresías dantescas ante realidades incuestionables. No existe el clientelismo, el populacho, la duplicación y hasta más de las entidades del Estado, pero las propuestas de eliminar las mismas “merecen ser estudiadas”.
Nuestros políticos-funcionarios-teóricos y de buen hablar, poseen un resumé que parecen libros, más que capacitados “supuestamente” pero, a la hora de tomar decisiones como esa de eliminar entidades, hay que recurrir a los teóricos extranjeros para que les digan lo que se debe hacer cuando el problema está a la vista de todos. “Cosas veredes”, Sancho.
Nuestros honorables se han basado en paradojas, a las cuales llegan mediante un razonamiento inusual, al absurdo de premisas banales y que hoy, a medida que van pasando los días, brota cual lava ardiendo, la terrible realidad del infierno al que nos han conducido.
Quizás, ante tantas argumentaciones vacías y oratoria basada en manipulaciones, tenemos que decir, como en su momento expuso Schopenhauer: “La verdad nace como paradoja y muere como obviedad”. ¡Sí señor!