Opinión

ESTO PIENSO, ESTO CREO

ESTO PIENSO, ESTO CREO

Un maratón por la dignidad

Porque… “Cuando el hombre abre la boca se juzga a sí mismo”.

Muchas veces creemos que todo se ha perdido, que no valió la pena luchar en contra de aquellos mal nacidos, que sólo conocen la maldad y la bajeza y hasta llegamos a creer que la dignidad, el decoro, la honradez, la amistad y la lealtad, eran de color verde y habitaban en la sabana, en donde los burros hicieron su festín, dándonos la sensación de estas virtudes habían  desaparecido de nuestra tierra.

 Pero, viene a ser, que cuando menos lo esperamos, surge algo que nos hace reemprender la lucha y llevarla hasta donde tenga que llegar o terminar. De que, en el fondo, no estamos equivocados ni hemos llegado tarde o temprano a la vida, sino, todo lo contrario, en el momento exacto en que debimos hacerlo.

 Es querer decir que “el llegar temprano a veces te hace esperar, pero en realidad no sabemos lo que esperamos… y si eso  que esperamos llega… puede que ya sea el tiempo de seguir otro camino… y en esa espera, tal vez llegamos tarde al encuentro del verdadero camino”.

 Y como “ya sólo la mención de una vía queda; la que es…” Sólo nos resta continuar exponiendo la peligrosidad que representa la simulación, esa complicidad cobarde –como ya antes hemos expresado-, de esta sociedad farandulera, que aupa el bandidaje oral y material que día a día permite el fortalecimiento de las bajezas y el tigueraje.

 Quizás por esto, cuando sentimos en carne viva,  ese vacío moral que nos intenta acorralar, torturando sin piedad a los hombres de bien, brota con ímpetu cuasi celestial, el clamor de las virtudes morales, al través de la voz autorizada del Cardenal López Rodríguez, como si fuese la voz que clama en el desierto, recordándonos ese famoso sermón de adviento del padre Montesinos, al decir “No vale hoy en día la seriedad, la responsabilidad, el cumplimiento del deber, la honestidad, porque los serios, los honestos y los responsables no convienen. Hay que ser un tíguere para echar hacia delante”.

 Verdad de acuño, expresada por una autoridad moral. El tigueraje que pulula en los “chóferes públicos” les permite y da licencia de corso para conducir como les viene en ganas. Los malaleche que utilizan los medios de comunicación embarran a quien les convenga o porque se oponga a sus intereses, e inclusive, hasta por instrucciones de un tercero y, mucho peor, si estos pertenecen al grupito vandálico que se cobija en la baja política, entonces reina para hacer sus sucias jugadas.

 Por eso, sólo por eso, mantengo como fondo en la pantalla de mi ordenador, la foto de un icono de la pulcritud, el valor, el honor, la caballerosidad y la humildad y, sobre todo, la honradez, de un verdadero y real paradigma, para que me sirva como norte y sea el centinela que vigile mi accionar y me de fortaleza para continuar navegando en esas aguas turbias, hediondas y llena de fetidez que pretende ahogarnos.

 Esa foto de mi amigo y siempre presente Miguel Cocco, es la mejor referencia, de que se puede vivir bien, con  honestidad y decencia, siendo político o no, funcionario o no, comunicador o no, y llevar una vida digna, muy a pesar de los sinsabores y enemistades que  esta forma de vida nos puede acarrear. Es por eso que entre todas las cosas que hacemos, entre caminatas y radio o telemaratones, es obligatorio en esta crisis moral de la sociedad, hacer un maratón por el rescate de la dignidad.

 Que alguien con moralidad y arraigo, tome como estandarte la realización de este maratón, para hacer vibrar esa parte oculta que todos llevamos en nuestro interior y que los avatares diarios mantienen silenciada o dormida, para que resurja y haga temblar los desmemoriados, inmorales y corruptos que nos acogotan.

 Por todo lo anterior es que aprecio un libro que me regaló un insigne marino y amigo, adjunto a una frase de Richard Back, al decir “vive de manera tal que nunca tengas que avergonzarte de lo que se dice que eres o haces. Sobre todo, si lo que se dice que eres o haces no es cierto”. No menos, no más. ¡Si señor!

“Yo digo lo que pienso, nada más y nada menos; no puedo decir algo que signifique otra cosa.

Henry. W. L.

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