Opinión

Estructuras mentales

Estructuras mentales

Rafael Grullón

Melvin Trinidad es un dominicano que no lo dejaron respirar mientras la Revolución de Abril, pero tenía como ventaja competitiva para escapar al acoso en su país el hecho de que su padre era capitán de barco, lo que le facilitó emigrar a Estados Unidos en su condición de marino mercante.

Allá fue en sus años de juventud, mecánico de barcos, hasta el punto de ser enviado a África por los americanos a arreglar un barco, para lo que le guindaron un carnet que rezaba: “Melvin Trinidad, Engineer”.

Se fue con el Coronel de Abril en la mente, hasta el punto que hoy, 50 años después, con el espíritu de la juventud tardíamente aplacado, es que va a hacerse ciudadano de Estados Unidos.

No terminó como Caamañista, sino como Boschista. Cuando el fundador del PLD iba a Estados Unidos él se constituía en una especie de Edecán, lo que lo hacía tan orgulloso como Euclides Gutiérrez Félix había sido de Fidel Castro, cuando el líder cubano vino al país en el primer gobierno de Leonel Fernández.

A Juan Bosch no solamente le hacía la maleta allá y acompañaba a Doña Carmen a las tiendas, sino que terminó convirtiéndose en encargado de la venta de sus libros y el distribudor por excelencia del periódico Vanguardia del Pueblo.

El método se lo aplicó también a Leonel Fernández y sus comitivas. Una vez los miembros de la seguridad quisieron ponérsela difícil,y el entonces Presidente dijo a los militares: “Un viaje a Nueva York sin Melvin Trinidad, no es viaje”.

Cuando estuvo al frente del periódico fundado por Bosch, ya que todavía a Diómedes Núnez Polanco no se le ha quitado el entusiasmo de estar al frente de la Biblioteca Nacional a pesar de que los libros no necesitan ser convocados a un sitio porque están en todas partes, Melviln Trinidad nos hospedaba en su casa, la cual se ganó por parte de Gedeón Santos el calificativo de “Hotel Trinidad”.

Pero en uno de esos viajes a Nueva York, nos hospedamos excepcionalmente en la casa de José Batista, quien fuera corresponsal de Vanguardia del Pueblo. Era el tiempo de un “Verano en Nueva York”, como reza el contagioso ritmo de una salsa.

La familia de Bastita iba de vacaciones en agosto y nos dejaron un día solo en su apartamento, en un quinto piso del Alto Manhattan. Cuando nos levantamos, bajamos los escalones y fuimos a la primera esquina de la San Nicholas y compramos unos plátanos para “sancocharlos”.

Cuando “los plátanos estuvieron”, como dicen los dominicanos cuando terminan de cocinar, nos los servimos en la mesa y la garganta se nos “trancó”.

Entonces comprendimos la fuerza de aquella expresión de los reformistas con la que sacaron del Poder a los peledeistas en el 2000: “Sácales los pies a los comesolos”,

El Nacional

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