Opinión

Fabulando con Catalina

Fabulando con Catalina

Me postulé a la Presidencia. En plena campaña visité Brasil para relevar a Leonel en las relaciones con Lula y Odebrecht. Logré su respaldo en tres vertientes: política, económica y marketing.

El liderazgo del PT me etiquetó su prestigio y modelo, me prestó a Joao como hacedor de presidentes, mientras Odebrecht me aportó un paquete de dólares para hacer campaña a la brasileña.

Nada sería gratis si resultaba triunfador y Joao nunca dudó de que lo fuera. Y así fue: gané, no importa cómo. Gané. Y solo hice llegar al Palacio… para activar el mega-proyecto de Catalina.

Odebrecht nunca había instalado plantas de carbón, pero por agradecimiento era mi preferida. A los cinco meses de sentarme en la silla de alfileres traje a Lula y Alejandrino Alercart, ejecutivo del consorcio, para concretar ese compromiso.

Ni modo: la pulcritud de la licitación estaba asegurada. Nadie podía ganarle a Odebrech: ni la corporación china, que además de su experiencia, ofertó construirlas por una suma inferior en mil millones de dólares. La transnacional brasileña estaba condenada irremediablemente a la victoria por obra y gracia de Joao, que nunca dudó de mi triunfo.

Soy un hombre agradecido y de palabra. En mi se puede confiar. Lo mío es pura moral, recia ética, nada de sobornos, sino colaboraciones decorosas del gran capital.

Sin embargo, debo confesar que no calculé lo que podía pasar en Brasil con las calumnias que le levantaron a la pulcra Odebrecht en sus relaciones con Petrobras y BNDES, las cuales circularon por el mundo, llegaron aquí y me obligaron a activar mi ministerio público.

Agregué una idea genial para que la investigación sobre Catalina se ajustara solamente a mi verdad: seleccioné una comisión de notables, muy vinculados al sistema de bondades y moralidad existente, que en cinco meses produjo un informe profundo, de una calidad técnica sin precedente.

Ésta dictó un histórico Informe, ya enviado a mi Procurador, contentivo de una resolución fundamental: en el único lugar de la bolita del mundo donde Odebrecht respetó leyes y ética empresarial fue en Catalina y la única obra importante de esa corporación (ejecutada en gobiernos recientes), exenta de corrupción, fue la que dirigí personalmente.

Soy un verdugo. Sigo libre, suelto y conforme con ese “informazo”, confiado en que Odebrecht va a terminar esa portentosa obra… si al pueblo dominicano no se le ocurre sacarla a patadas y algo más…

El Nacional

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