Opinión

Falsa etiqueta

Falsa etiqueta

Lo más cómodo para evadir la realidad es colocarle un sambenito ideológico a la crisis de Venezuela. Y ninguno más sonoro que el de una conspiración de la derecha para tronchar la revolución bolivariana, con su escudo de socialismo del siglo XXI.

¡Qué bueno es así!: abordar la crisis desde desde una perspectiva que ignora la indignación por el colapso de la economía y el deterioro de las condiciones de vida de las grandes mayorías. En Venezuela escasean los alimentos, las medicinas y las libertades.

Pero de asumirse tal enfoque ideológico entonces se terminaría por exaltar a la derecha y el “imperialismo” por el desastre administrativo en que el modelo capitaneado por el presidente Nicolás Maduro ha sumido a una nación que, además de ser potencia petrolera, cuenta con abundantes recursos naturales para ocupar un lugar privilegiado entre las más prósperas del planeta.

Con clisés de que la crisis que agobia a los venezolanos resulta de una campaña de la derecha externa e interna para apropiarse del hidrocarburo simplemente es querer tapar el sol con un dedo.

Pero también se desempeña el mismo papel, deliberado o no, cuando se relaciona la crisis con procesos por corrupción como los que enfrenta en Brasil el otrora referente Lula da Silva o en Argentina la expresidenta Cristina Fernández.

Para quienes se identificaron sanamente con la imagen que se proyectaba de Lula, desconcierta que a un líder político que en su niñez fue limpiabotas, que se impuso a su entorno, hoy se le acuse no solo de enriquecimiento ilícito, sino de prestarse como instrumento para beneficiar económicamente ¡oh paradoja! a la derecha que dizque lo persigue para evitar su retorno al poder. ¿O acaso el actual presidente Michel Temer, que está en su misma situación, representa a la izquierda? Y en cuanto a la señora Fernández ¿cómo se explican los contratos de obras y las cuentas millonarias por los están presos empresarios y colaboradores de su Gobierno?

Otros gobernantes de izquierda que habrían sido víctimas de persecución son el saliente presidente de Ecuador, Rafael Correa, para muchos uno de los más íntegros, pero a quien el pueblo negó la posibilidad de repostularse. Lo mismo ocurrió con el actual gobernante de Bolivia, Evo Morales, con todo y que ha sido el que ha inaugurado la estabilidad política y propulsor de los grandes avances económicos y sociales que ha conquistado para la nación.

Si el comandante Daniel Ortega se ha afianzado en Nicaragua, a tal punto de propiciar una dinastía, ha sido gracias a la reproducción del modelo somocista.

Las ambiciones de poder no deberían confundirse con ideología.