Opinión

Guerra a la prensa

Guerra a  la prensa

En picada como ha estado, explorando estrategias para lidiar con la expansión de los medios digitales que le han arrebatado lectoría y aliento, la prensa escrita ha encontrado de buenas a primeras en el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, un motivo para sacar fuerzas y prolongar su supervivencia.

 

La guerra declarada por el gobernante estadounidense no puede ser más oportuna en una coyuntura tan difícil como la actual para que los periódicos retomen el sendero que le mereció la denominación de cuarto poder y que tanto respeto le granjeó en la opinión pública.

 
Trump, un aficionado a las redes sociales, que prefiere comunicarse a través de Twitter, no terminó de instalarse en la Casa Blanca para protagonizar desde el poder su primera bronca con la prensa al afirmar que los periodistas estaban “entre los seres humanos más deshonestos”. Aunque no es más que una secuencia de su intolerancia con un periodismo que ha cuestionado sus posturas, la descarga estuvo motivada en las fotografías que se publicaron sobre su toma de posesión, que para él no reflejaban la cantidad de personas que participaron en la ceremonia.

 
Martin Baron, el director del Washington Post, que se ha convertido en un referente mundial por la investigación que como director de The Boston Globe impulsó para evidenciar la complicidad de la archidiócesis de Massachusetts en los abusos a menores y que inspiró la afamada película Spotlight, ya ha asumido el reto. “Dejaremos a Trump en evidencia cada vez que no diga la verdad”, declaró en una entrevista el hoy director del periódico que sacó a flote el escándalo Watergate y que propició la renuncia del presidente Richard Nixon en 1974.

 
Baron había dicho que a la parte digital del periódico que dirige le dedicaba el 90% y solo un 10 a la impresa. E incluso vaticinó que a los periódicos de papel podrían quedarles unos 10 años de vida. Las redes sociales son una realidad que ha contribuido a quitar a los hechos, por la velocidad con que se transmiten, la condición de noticia. Pero es posible que la presidencia de Trump, desde especializada en la conformación de frentes, revierta ese panorama si la prensa retoma el camino de investigaciones que en Estados Unidos han hecho historia.

 
Por lo menos la prensa norteamericana, que históricamente ha sido el buque insignia de la flota del buen periodismo está ahora frente a un desafío que puede trazar nuevas pautas para devolver el crédito y la autoridad que han perdido los periódicos escritos frente a la propagación de los medios digitales, entre muchos otros factores. La embestida de Trump puede confirmar el viejo refrán de que “no hay mal que por bien no venga”.

El Nacional

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