Opinión

Hipólito, Miguel y Luis

Hipólito, Miguel y Luis

Es probable que con tan destacada participación en los negocios, Miguel Vargas se viera obligado a posponer una intensiva y plena participación en el quehacer político.  Pero que haya aprendido de noche no le restan condiciones, como potencial hombre de Estado. Muestra una madurez apreciable.

Organizado, metódico y emprendedor, se manifiesta invariablemente solidario con sus cercanos colaboradores, a quienes prodiga de favores y afectos. Esto le ha permitido constituir y hacerse rodear de  un ejército extremadamente leal a su proyecto.  En su caso, esta misma fuerza puede representar para él un enorme peligro, dada la ceguera y fanatismo de que suelen revestirse las lealtades comprometidas sobre la base de las compensaciones materiales. ¡Y dale con las enigmáticas coincidencias!  Así como Hipólito presenta el lado flaco donde tiene sus fuerzas, a Miguel le pasa igual. 

El mejor antídoto para ambos es, primero,  mirarse en el mismo espejo, sin distorsiones. Y entender que son vulnerables, uno en la excesiva confianza, y el otro en hacer caso a los cantos de sirena que hablan candidaturas sin convención y reparticiones antidemocráticas. Todo esto frente a una realidad incontestable como lo es la imbatible fuerza del PRD en las calles. Es donde descansa el caudal que guardan Hipólito, Miguel y Luis.

Los aliados externos de ocasión representan en ellos mismos el oportunismo azaroso al que nadie apuesta, a menos que procure poner a fin a su carrera de manera desastrosa. La genialidad de ser señalado por el dedo para la candidatura presidencial solo ha contribuido, por ejemplo,  a delatar la gran debilidad de Miguel: no puede ya competir en buena lid en su propio partido. ¡Caray!, hasta entonces se estaba beneficiando de la duda de si era o no popular en su partido. Tremenda metida de pata, que todavía está a tiempo de sacar.

El Nacional

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