Opinión

Honorables diputados y diputadas

<P>Honorables diputados y diputadas</P>

No sé ustedes, pero hay personas que sentimos mucha vergüenza ajena, unida al dolor ancestral que produce la indiferencia, terminando en una sensación de desamparo ciudadano que solo las mujeres podemos describir, sobre todo en nuestro país y en este momento.

Las dominicanas tenemos la impresión de la indefensión aprendida -de verdad y sin exageraciones- aún apoyadas por una mayoría considerable de la ciudadanía y también contando con apoyo en buena parte de ustedes, honorables, que coloquialmente nos han hecho saber que entienden y se adhieren a nuestros reclamos y formalmente, nos han apoyado en plenaria.

Sin embargo, una parte de ese hemiciclo, no se pone en nuestros zapatos, ni aún pensando en madres, hijas, hermanas, que se llevan en la vida con expresiones de amor que rematan discursos hasta políticos. La imagen es de un conglomerado de funcionarios y funcionarias elegidas que no ven y no sienten por el resto de la gente que representan.

Es fuerte comprobar que los derechos de las mujeres, en este país, no se permiten plenos y se mutilan en cada trabajo legislativo, regateados por un grupo que está en el Congreso para atender precisamente, las necesidades ciudadanas. ¿No es cierto qué las personas representantes del pueblo, es en el pueblo en quien deben pensar? En un conjunto conformado de diferencias,  hay que atenderlas para que la democracia sea y no actuar solo por intereses y creencias personales.

La decepción es el Código Penal, que sin constitucionalizar, será modificado con grandes restricciones para las dominicanas. Después de la muerte negligente de Esperancita, ocasionada por el Código Penal dominicano, este país comprobó que somos inoperantes para salvar mujeres y niñas de la mortalidad materna, un dato que hace mucho conocíamos pero que nos resistíamos a creer. La penalización absoluta del aborto, mata a las mujeres.

Y dejamos que sigan las Esperancitas muriendo, en su misma situación, diciendo que son aislados, cuando solo hay que pararse en una emergencia de hospital para verlas llegar y morir. Empíricamente, se conoce que son muchas las mujeres y niñas que mueren por embarazos incompatibles con la vida de la madre. Pero no conmueve, preferimos recordar a la niña de 11 años, violada y embarazada por un cuñado en San Cristóbal, que sobrevivió al nacimiento de un niño, a costa de su propia salud, dignidad y expectativa de vida.

Diputados y diputadas, están en el lugar y en el momento indicado para responder inclusivamente protegiendo los derechos de las mujeres, una deuda histórica de este Congreso que si nos abandonó en el pasado, debe rectificar hoy.

El Nacional

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