Opinión

Influencias y herencias

Influencias y herencias

En la construcción de los concretos históricos, las influencias pueden enmascarar o desenmascarar algunos hechos, pero nunca podrán ubicarse en la negatividad de los acontecimientos si éstas coadyuvan en los procesos. Sólo bastaría una pequeña mirada hacia atrás, hacia ese estadio al que deberíamos etiquetar como el “antes” en la historia de las relaciones pictográficas dominicanas, y el “después” que rehízo las actividades de esa disciplina.

Desde luego, me refiero al “antes” en que se debatían nuestros pintores sin las relaciones de influencia de la ola migratoria española y europea del 1940 y lo que aconteció “después” de su llegada. ¿Se han detenido los censores de las influencias a observar lo que era la obra de Yoryi Morel cuando no conocía la obra de George Hausdörf? ¿O lo que hubiese sido la obra total de la historia de nuestra plástica sin las influencias de Palacios, Colson, Gausachs, Fernández Granell y todos los que proporcionaron las sustancias decisivas para convertir nuestro país en un territorio con las extraordinarias características que poseemos, haciendo posible operar una esplendente cultura hacia las artes pictóricas? .

Pero por encima de todo esto, podría también argumentar en favor de las influencias prodigiosas que éstas produjeron en las primeras hornadas de egresados de la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA) y sus discípulos.

Las cadenas de influencias sólo se detienen en los concretos que Oswald Spengler llamó “formas muertas” (“La decadencia de Occidente. Bosquejo de una morfología de la historia”, edición en español de 1923, con prólogo de José Ortega y Gasset), aquellas obras que no aportan más deslumbramientos lúdicos en culturas específicas, pero que para nada importan a sus herederos.

El mundo de las influencias no se estructura con enmascaramientos ni emboscadas, sino con legados, con aportes donde la riqueza de una obra se rejuvenezca en otra, tal como si un eco se multiplicase ad infinitum en otros ecos y otros ecos. Por eso, me adhiero al enunciado de Terry Eagleton, cuando expresó que “todas las esferas del pensar y actuar humanos, incluyendo la literatura, la teoría y la crítica literarias, están determinadas por la forma en que organizamos la vida social en común” (“Una Introducción a la Teoría Literaria, 1988 en español”).

Para el ser humano no recibir algún grado de influencia tendría que aislarse completamente, por lo que carecería de las defensas psíquicas alcanzadas a través de las relaciones con sus congéneres. Lo importante de las influencias es permitir la fragmentación de los discursos, los arribos, esas señales luminosas donde el camino da un salto y se vislumbra la estructuración de una nueva matriz, un nuevo peldaño que aproxima al productor a la gloria, al paradigma, a la originalidad.

Por eso, dejemos que los jóvenes que salen de la academia —con inevitables influencias como herencias— avancen por esos caminos que están conduciendo las artes visuales dominicanas a su especificidad caribeña, a su desvinculación definitiva de un sistema radicular que, como el haitiano, nos socava y arremete en los mercados internacionales.

El Nacional

La Voz de Todos