Opinión

Infoseguridad

Infoseguridad

Apreciados lectores: En esta ocasión nos permitimos repetir el primer artículo publicado de mi autoría, el cual enfoca nuestro comportamiento que nos define como dominicano, siendo revelador para entender nuestra cultura; por asunto de espacio lo desarrollaremos en dos partes: En 1995 cuando me matriculé en la PUCMM a estudiar derecho, tuve la oportunidad de recibir la materia de filosofía con el catedrático David Álvarez, quien nos presentó 10 años después de haber sido publicado, el interesante ensayo “Figura de lo Dominicano”, escrito por Fernando I. Ferrán B., para ser analizado desde el punto de vista filosófico.

Mis consideraciones de ese entonces las quiero revalidar y compartir con nuestra sociedad como estímulo para comprender la dominicanidad.

“Figura de lo Dominicano”, estudio en que el autor basa su planteamiento en la teoría hegeliana y sintetiza en cuatro figuras fenomenológicas, que nos ayudarán a entender lo dominicano, cómo se percibe su cultura y la realidad vivencial, es decir, su conciencia.

La conciencia dominicana, Ferrán la presenta en cuatro figuras fenomenológicas: orfandad, criollismo barroco, drama cultural y pesimismo.

La orfandad es la experiencia que surge por el abandono y descuido por parte de la corona española hacia los habitantes de esta isla. Luego de las devastaciones de Osorio entre 1605 y 1606 que la isla fue quedando desierta. Todo el que tenía las posibilidades de marcharse lo hizo. Esta emigración solo dejó en la isla a la población desposeída y ahogada en la miseria. Esto da lugar al surgimiento de la figura de la orfandad, fenómeno que ha quedado arraigado en la historia dominicana hasta nuestros días, no solamente en la población, sino también, en el accionar institucional del Estado.

Fernando Ferrán asimismo invita a reflexionar sobre el futuro del dominicano, tal como cita Icháustegui Cabral “La tragedia del hombre dominicano es la pérdida de sus raíces”.

El criollismo barroco se aplica a los términos informales y hechos circunstanciales  extraños a la cultura de sociedades modernas, complejas y formales de instituciones fuertes; el autor se refiere a las actuaciones en las que nos vemos obligados a utilizar el amiguismo, enllavismo, la manía del parentesco, el nepotismo, las relaciones personales y la lisonjería que vienen a ser algo establecido por encima de lo institucional, cambiando lo que debería ser: las normas, reglamentos y leyes de procedimientos, cayendo de esta manera en la improvisación e inmediatismo que impide tener institucionalidad y fortaleza del estado de derechos.

Por otro lado, nuestro tortuoso barroco resalta la doble moral, la corrupción, los vicios (alcohol, tabaco, las queridas), los juegos (gallos, lotería, casinos) y lo más sobresaliente, en aspecto positivo lo que nos define como un pueblo alegre: la música y el baile; un esbozo de ello es que como forma de incrementar el trabajo agrícola en los dominicanos, las autoridades haitianas que ocupaban nuestro territorio entonces, mediante ley y decreto, redujeron los días de fiestas y limitaron las lidias de gallos, medidas que influyeron grandemente en el fin de dicha ocupación tal como lo recuerda Wenceslao Vega B. en su libro “Historia del Derecho Dominicano”.

Es revelador y preocupante saber que nuestros males sociales están ligados a nuestras raíces culturales.

El Nacional

La Voz de Todos