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Jesús: En burro para  nacer y morir

Jesús: En burro para  nacer y morir

Muchos hechos de la vida de  Jesús ocurrieron como el curso de la vida de  cualquier humano, pero otros guardan una relación directa con su condición profética. Con frecuencia los evangelistas acotan en sus relatos  que un hecho  en torno a Jesús ha ocurrido para que se cumpla lo dicho por alguno de los  profetas.

El simbolismo está muy presente en muchos detalles de la vida, ejercicio apostólico y el trágico final de la existencia biológica del galileo. No puedo asegurar si el hecho de que  un asno esté asociado a su nacimiento y lo mismo su muerte, constituya un símbolo, pero en un ser de la dimensión de Jesús hay derecho a presumir un vínculo entre un acontecimiento y el otro.

Cuando el emperador César Augusto ordenó un censo de población, María y José, que vivían en Nazaret (Galilea) debieron viajar a Belén (Judea) para empadronarse. Con ellos estuvo el burro, sobre el cual cabalgó María llevando en su vientre al niño Jesús.

La imagen más repetida del nacimiento incluye un burro y un buey. Este hecho se interpreta como un cumplimiento de la profecía que reza: “Te darás a conocer en medio de dos animales” (Habacuc).

Treinta y tres  años después, Jesús  transita hacia la muerte y entra a Jerusalén. El pueblo de Betania distaba poco de allí, para lo que caminaba Jesús, pero aún así ordena que llevar hasta él una burra con su cría para sobre el borrico entrar a la “ciudad bien compacta”.

El asno ha sido un animal importante en la historia de la humanidad. Sirvió para carga, tiro y montura  hasta que en esta ultima función fue suplantado por el caballo, sobre todo para uso en la guerra. El burro es resistente, pero el caballo mas rápido.

A partir de este momento es que el asno asume un carácter  simbólico que lo asocia con la humildad y la pacificidad.

Otros animales (becerro, cordero, caballo, león…) han representado ideas muy propias de sus características. El burro como el buey,  es igual a trabajo.

Parece importante que Jesús haya querido entrar a lomo de burro a Jerusalén, en ese momento supremo de su vida, con un clima político hostil y un cáliz muy amargo que tomar. Entrar en burro resaltaba su condición de líder modesto y pacífico.

El profeta Zacarías (9,9) lo había predicho: “Alégrate sobremanera, hija de Sión. / Grita exultante, hija de Jerusalén. / He aquí que viene a ti tu Rey. / Justo y victorioso, / humilde, montado en un asno, / en un pollino hijo de asna.”

De este modo recordó Jesús a los judíos su misión mesiánica.

El recibimiento que le da el pueblo con ramos de palma y olivo y el grito “Hosanna” (quiere decir salve, salud) esta prescripto en el salmo 8,3: “De la boca de los niños y de los que maman / has dado argumento contra tus adversarios, / para reducir al silencio al enemigo y al rebelde”.

Los discípulos habían  prestado piezas de vestir para enjaezar el pollino, y  acompañaron al Maestro a sabiendas de que los judíos  querían matarlo. El evangelista sugiere que éstos “cumplieron el vaticinio profético movidos por instinto divino, pero sin darse cuenta de ello”.

Pocos hechos de la vida de Jesús están desconectados de otros o de las viejas Escrituras. Que haya llegado en burro a Belén para nacer y a Jerusalén para morir, no es simple coincidencia.

El Nacional

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