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JUAN PABLO DUARTE Y DÍEZ

JUAN PABLO DUARTE Y DÍEZ

 El libertador y apóstol  dominicano
La República Duartiana Dominicana fue inscrita con hilo de oro patriótico por Juan Pablo Duarte y Díez, padre de la patria. Sin desmedro de Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella.

 
Duarte y Díez concibió la idea de la independencia nacional inspirado en los movimientos sociales del liberalismo, alentado por los conceptos de igualdad y justicia social que representaron la Declaración de Derechos (Bill of Rights), del 13 de febrero del 1689; la proclama de independencia de las 13 colonias inglesas lo que es hoy Estados Unidos de América, 4 de julio del 1776; y la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y el Ciudadano (Revolución Francesa del 1779).

 
De hondo contenido ético, tanto en el que orden didáctico como acerca de la trayectoria política y patriótica del insigne libertador dominicano, propicia la ocasión del Bicentenario del Nacimiento de Juan Pablo Duarte y Díez.

 
A su regreso de Europa en 1813, en la recepción que le ofrecieron sus padres se encontraba Manuel María Valverde, persona afectivamente ligada a la familia Duarte Díez, y al preguntarle al recién llegado qué era lo que más le había impresionado durante su estancia en España, Duarte y Díez, solícito, le contestó: “…los fueros y libertades de Barcelona, fueros y libertades que espero demos nosotros un día a nuestra Patria”.

 
Esta recreación, es para que no olvidemos de dónde venimos y hacia dónde vamos. El concepto noble e integral de grandeza y representatividad histórica de Juan Pablo, con su sacramento lema de: Dios, Patria y Libertad, es loor a nuestra nación.

 
Admirable devoción por el Fundador de la República Dominicana, convencido de que el ángulo más humano y transcendente de quien ha sido considerado, por su conducta moral y su desprendimiento, un ejemplo de dignidad y honradez que pocas veces convergen en un ser humano con una activa participación en el destino de su patria.
Fundador de La Trinitaria, fue también quien abrió el camino de la honestidad pública en nuestro país, y fue, en fin, el hombre que después de veinte años de ausencia, retorna a su patria para ponerse a disposición del gobierno que representaba la acción libertadora que se inició el 16 de agosto del 1863, para restaurar el estado libre e independiente que él había plasmado en el juramento Trinitario, el 16 de julio del 1838.

 
Ejemplo de virtud, y el “dominicano de gloria más pura”, como lo llamó Emiliano Tejada, sobrepasó todas las estimaciones de honestidad y sacrificio en aras de la libertad de la nación dominicana obtenida el 27 de febrero del 1844.

 
La liquidación del patrimonio que le había legado su padre para donarlo a la causa independentista. El padre de la patria vivió y se comportó como un místico de la libertad, y un apóstol del honor y del sacrificio. Formado en un hogar de profunda vocación católica que él asimiló esa herencia y la puso en práctica de una manera ostensible, en el juramento que suscribió con sus ocho compañeros en la casa de Josefa Pérez de la Paz, a las 11 de la mañana del 16 de julio del 1838, con el lema sacrosanto de Dios, Patria y Libertad. Duarte y Díez, dejó plasmado a Dios en ese juramento, considerado como el acta de nacimiento de la República Dominicana.
El paradigma duartiano, percibe inspiración de amor fecundo a su nación, el sentimiento cristiano, conspicua hondura y respeto a la valía dominicanista. Claros ejemplos de dignidad y competencia del quehacer humano. Talento, voluntad y devoción por la libertad de su pueblo. Juan Pablo Duarte y Díez, de energías portentosas para redimir la patria de los haitianos.

 
El arzobispo Tomás de Portes e infante fue el primero en estrechar entre sus brazos el apóstol y en darle la bienvenida, en nombre del pueblo y de la Iglesia, con las siguientes palabras: “Salve, Padre de la Patria”.

 
Juan Pablo Duarte y Díez produjo el nombre de los frailes dominicos, una antigua orden de monjes católicos, cuya misión era la de enseñar a quienes habían llegado a la isla en la colonia. De ahí, Dominus (en latín), dominio de Dios. Cana, (tierra de hebreo). Este enmarcado es un súmmum para el fortalecimiento de nuestra memoria histórica, identidad y los símbolos republicanos.

 
Al término de este texto histórico, exhorto reverentemente que cada dominicano y dominicana repetir por siempre en su mente y corazón este juramento para pertenecer a La Trinitaria.

 
“En el nombre de la Santísima, Augustísima e Indivisible Trinidad de Dios Omnipotente, juro y prometo, por mi honor y mi consciencia, en manos de nuestro presidente Juan Pablo Duarte y Díez, cooperar con mi persona, vida y bienes a la separación definitiva del gobierno haitiano y a implantar una república libre, soberana e independiente de toda dominación extranjera, que se denominará República Dominicana; la cual tendrá un pabellón tricolor en cuartos encarnados y azules atravesado por una cruz blanca. Mientras tanto seremos reconocidos los Trinitarios con las palabras sacramentales Dios, Patria y Libertad. Así lo prometo ante Dios y el mundo. Si tal hago, Dios me proteja, y de no, me lo tome en cuenta; y mis consocios me castiguen el perjurio y la traición si los vendo.”

 
El autor de este artículo es periodista, analista y consultor en geopolítica.

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