Opinión

La alianza indispensable

La alianza indispensable

En el PRD, las convenciones extraordinarias terminan sin aspavientos en la medida en que la distancia entre los competidores es amplia. Y el elemental sentido de inteligencia nos obliga con el establecimiento de las condiciones para que todas las fuerzas se integren con posterioridad a la celebración del evento pautado para marzo, donde tendremos el candidato presidencial seleccionado.

Las fuerzas emergentes  que estamos luchando por construir un espacio debemos tener plena conciencia para desarrollar un trabajo en el que, de antemano, la sociedad acepte la legitimidad del sector que nos puede conducir a la victoria del 2012. El sentido de inclusión y capacidad de cohabitar tiene sus exponentes. Además, el sello del sectarismo y desdén por los que pensamos diferente está  identificado dentro de las propuestas que competimos.

  Creernos  los dueños de la verdad y actuar de espalda a los reclamos ciudadanos, profundamente hastiados con la actual administración, es torpeza injustificable.

Consignar una mayoría previo al proceso interno podría estimular a sectores periféricos y convencer a un precandidato de que lo racional es permitir una adhesión frente a la realidad de las aritméticas, y de que asistir a la convención sería un acto protocolar y no una competencia.

En el PRD existe una nueva realidad que aparenta polarizar entre dos candidatos, pero las tendencias y respaldo se tornan favorables en un orden. La falta de pericia en el manejo partidario y mover el partido hacia un rumbo equivocado, tiene sus riesgos. Porcentajes coyunturales hicieron perder el sentido de racionalidad al que hace doce meses lo acumulaba todo a su alrededor. ¡Esa es la actividad partidaria!

La  lectura del proceso radica en la inestabilidad de los afectos internos y la enorme capacidad de los niveles medios y de base en olfatear la propuesta que se parece a ellos. Era incorrecto  edificar una candidatura desde el PRD sin parecerse  al partido.

Ahora, lo importante es ampliar el radio de afinidad  y estimular una distancia que disuelva la naturaleza marrullera de exponentes partidarios. Esperar a marzo confunde el panorama y debilita el mensaje frente a una sociedad que espera un comportamiento decente para merecernos su respaldo en las elecciones presidenciales.

El Nacional

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