Reportajes

La canasta de huevos en el camino hacia la libertad

La canasta de huevos en  el camino hacia la libertad

1 de 2
Cuando llegaba la noche, en mis años tempraneros, mis amigos y yo teníamos pocas cosas en que entretenernos. Y nos reuníamos para contar historias. Alguien preguntaba: “Si cae una canasta de huevos, cuántos huevos tú coges?”. Y respondíamos: “uno”, “tres”, “dos”… Así, se quedaba comprometido a contar la cantidad de historias que uno contaría.

Ahora, en lugar de lo prometido en la entrega anterior, me ha asaltado esta inquietud: ¿Qué pasaría si me encuentro con un grupo de amigos, todos relacionados con los medios de comunicación, y les propongo la pregunta de la canasta de huevos? Pedirían tres, cinco y hasta diez huevos, pues todos recorrieron el largo camino en busca de la democracia que, omitidos los antecedentes, comenzó en 1961 y culminó en 1978.

Me imagino que el primero sería Carlos Nina Gómez, quien hablaría de Viriato Fiallo y su célebre frase, que aparece al final de estas palabras que dirigió al doctor Balaguer en el año 1961: “…Por Dios presidente Balaguer en nombre del noble y sufrido pueblo dominicano, grite, ordene: ¡Basta ya!”.

A seguidas, Eli Heiliger preferiría recordarnos el atardecer de aquel 20 de octubre, del mismo 1961, cuando los paleros amenazaron con incendiar Ciudad Nueva, barrio declarado “Territorio Libre”, donde la juventud los esperó en la calle Espaillat pero que, en lugar de ellos, llegó la Policía. Y, en el discurso de esa noche, Balaguer comenzó así: “Sean mis primeras palabras para felicitar…”.

Continuaría Sebastián del Pilar hablando del primer debate importante que se produjo en el país, moderado por Francisco Álvarez Castellanos, en febrero del 1962 y que protagonizaron el hoy cardiólogo Bernardo Defilló, del Bloque Revolucionario Universitario Cristiano (BRUC) y el pintor Asdrúbal Domínguez, del grupo Fragua.

“Ese no es el mío”, diría Héctor Minaya, quien seleccionaría otro debate, mucho más importante y crucial: aquel que se produjo el 17 de diciembre de aquel 1962, cuando el profesor Juan Bosch exigió al padre Láutico García demostrar la acusación de “comunista” que le había hecho. Tres días más tarde Bosch ganó las elecciones.

A Andrés Duveaux le invitaría a contar el día en que Rafael Bonilla Aybar (Bonillita) lanzaba sus dardos envenenados contra el gobierno progresista de Juan Bosch, promoviendo un golpe de Estado cuando, en pleno estudio de TV, por Rahintel y ante las cámaras, se apareció el general Belisario Peguero. Al verlo, en el aire, Bonillita dijo: “¡Ajá, qué bien! ¡Aquí llega el honorable jefe de la Policía Nacional: ¿qué dice, mi comandante?” Y Belisario, sin responderle, lo tomó por los hombros y, a empellones, se lo llevó preso.

La acción provocó risa entre la audiencia. Diferente al discurso que pronunció Manolo Tavárez Justo el 14 de junio de aquel 1963 y que a Alexis Almonte le gustaría destacar. Se cocía en el caldero ya el golpe de Estado, cuando el líder del 14 de Junio, ante la inmensa multitud pronunció estas palabras: “Óiganlo señores de la reacción, si imposibilitan la lucha pacífica del pueblo, el “14 de Junio” sabe muy bien dónde están las escarpadas montañas de Quisqueya…

Y era que el golpe de Estado se preparaba a la luz del día. Y a Luis González Fabra le pediría contar como, en ese año, pistola en mano, una turba derechista encabezada por Máximo Fiallo, asaltó “La Voz del Trópico”. Y quitaron los micrófonos a Ercilio Veloz Burgos, sustituyendo su voz por la de Tomás Reyes Cerda, quien incitó a una huelga de los comerciantes contra el Gobierno, al que procuraban tumbar.

El golpe de Estado se produjo, finalmente, el 25 de septiembre, cuando se instaló el Triunvirato.
La lucha contra los golpistas comenzó desde el principio. Pero el Partido Revolucionario Social Cristiano (PRSC) y el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) se pusieron de acuerdo en Puerto Rico, en el “Pacto de Río Piedras”, para impulsar el retorno a la constitucionalidad sin elecciones.

De esta manera, sería Arturo Suero Márquez el encargado de contarnos cómo se desarrolló en 1964 el debate entre el líder del PRSC, Caonabo Javier Castillo (Caito) y el reaccionario peruano Eudocio Ravines, quien se limitó a acusar al primero de “compañero de viaje de los comunistas” y “bellaco”, mientras Caito lo sacó de quicio al acusarlo de agente de la CIA.

Y uno de los mejores cuentos le tocaría a Eulalio Almonte Rubiera, pues él nos relataría uno de los discursos más importantes de todos los tiempos, hecho que aconteció en la tarde del 24 de abril de 1965, cuando José Francisco Peña Gómez, por medio de Tribuna Democrática, por Radio Comercial, sorprendió al pueblo con estas exaltadas palabras: “¡Atención, pueblo dominicano! ¡Atención, pueblo dominicano! ¡Atención, pueblo dominicano! En estos momentos Tribuna Democrática acaba de recibir una llamada telefónica del capitán Peña Taveras comunicando que las clases y los rasos de la Jefatura de Estado Mayor del Ejército acaban de hacer presos en estos momentos a todos los miembros de la Jefatura de Estado Mayor…”.

Ese fue el pistoletazo de salida para que comenzara a correr la Guerra de Abril de 1965.
Fue, en verdad, un discurso dramático. Soberbio. Y sensacional. Y eso lo sabe Claudio Cabrera, quien levantaría la mano para pedirme que, para bajar la tensión, le deje contar el hecho más ridículo de cuantos se produjeron en el período señalado. Se trata de cuando, concluida la guerra y gobernando ya García Godoy, el señor Tomás Alcibíades Espinosa, tomó “Radio Tamboril”, en Santiago, anunciando que había dado “un golpe de Estado” y que, a partir de ese momento, estaba decretando “el estado de sitio en todo el territorio nacional…”. ¡Era un personaje escapado de una ópera bufa!
Diferente al que contaría Ramón (Niño) Mercedes, señalando el éxito que acompañó al doctor Joaquín Balaguer en 1971 cuando presentó ante las cámaras de Radio Televisión Dominicana a un grupo de militares y, señalando a uno de ellos, Elías Wessin y Wessin, dijo: “He ahí un conspirador impenitente, que ha urdido una trama encaminada a quebrar el ordenamiento institucional de la Nación…”.

La osadía de Balaguer fue un éxito tan grande, que sólo puede compararse al “virao” que se anotó cuando, años más tarde, le advirtió a Fernando Álvarez Bogaert: “No toques esa tecla, porque si la tocas te hundes”.
Sé que Domingo Batista era muy amigo de Hatuey De Camps y le gustaría contar el momento estelar del dirigente estudiantil más exitoso que tuvimos: cuando enfrentó, en 1978, a Vincho Castillo en un debate histórico, cuyo telón de fondo era la situación poselectoral, en la que Vincho había sido acusado de ser el autor de “El juntazo”, “El gacetazo” y “El telefonazo”.

Así, no importa lo que se dijese en el debate, Hatuey sería el ganador. Y todo aquel proceso, que pretendía violentar la voluntad popular y prolongar la agonía de los Doce Años, culminó con el tristemente célebre “Fallo histórico”, mediante el cual la JCE le quitó cuatro senadores al PRD y se los endilgó a los reformistas, para evitarles caer en las mazmorras a las que habían mandado a tantos.

Todos estos cuentos han sido interesantes. En la próxima entrega me tocará a mí contar el mío. Y no les defraudaré. Es una promesa. Por algo bien sencillo:
Yo estaba allí.

El Nacional

La Voz de Todos