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La envidia Frecuente

La envidia   Frecuente

La envidia es una característica del ser humano, que a veces lo conduce a acciones criminales contra sus semejantes.
Pero hay una envidia frecuente, ligera, que se manifiesta frente a cualquier logro, beneficio, o cualidad del prójimo, con acciones, palabras, y hasta con gestos.

En mi octogenaria existencia he sido testigo y víctima de esta vertiente del innoble defecto.

En la fiesta de cumpleaños de un amigo, hace ya varias décadas, parte de los asistentes manifestaron que eran entusiastas lectores de mis artículos costumbristas.

Noté que frente a los elogios, un desconocido para mí de los presentes, mantenía una ostensible expresión de envidioso desagrado en su rostro.

Y de repente, con mirada fija en el piso y sonrisa malévola, dijo que mis escritos gustaban porque eran triviales, carentes de profundidad, apropiados para gente de escasa cultura.

Repliqué de inmediato que no me sorprendía que a él no le gustaran, porque seguramente no era persona de escasa cultura, sino totalmente carente de ella.

Debido a que los presentes se pusieron de mi parte por lo injustificado e inoportuno del discurso del insolente individuo, recibieron mi respuesta con sonoras carcajadas burlonas.

Un amigo me mostró la carta que alguien había enviado a una novia de él, donde la cuestionaba por haberle correspondido a un hombre que calificó de feo y sin gracia.

Debido a una expresión que aparecía en el pasquín, el agraviado identificó a su autor, y su venganza no tardó en producirse.

Al tanto de que el canallesco personaje tenía esporádicos devaneos cundanguiles por su orientación bisexual, puso esto en conocimiento de sus padres y hermanos, desconocedores de esta orientación sexual, mediante carta con falso remitente.

Un conocido mío tuvo un cerebrazo con una escultural artista, y como era hombre de sólida posición económica no vaciló en intentar su conquista, debido a que la joven al parecer era soltera y sin compromiso.

Pero cuando ella rechazó sus acercamientos de forma categórica, y poco después estableció relación de pareja, el despechado pretendiente descargó el veneno de su envidia sobre el afortunado congénere.

En toda conversación que establecía le atribuía a este todos los defectos de la humana especie, llegando al extremo de afirmar que si se encontraba con él lo invitaría a que se enfrentaran a puñetazos.

Al decir esto delante de un grupo donde me encontraba, ninguno pudo aguantar la risa, provocando que con cara seria de disgusto, el envidioso manifestara con voz tonante:

-Carajo, no estoy relajando, hablo muy en serio.

Días después, cuando me topaba con alguno de los testigos de aquella conversación, llegábamos a la conclusión de que la pasión, el despecho y la envidia juntos, estaban llevando a aquel hombre por caminos de locura.

Los hombres mujeriegos sostienen la tesis de que un método efectivo para ser correspondido por una dama inicialmente indiferente, es mostrar ante ella interés por otra.

Dicen que en esa actitud se mezclan la envidia y el egoísmo, por lo que aquellos hombres que usan esa táctica logran éxito en muchos casos.

En materia amorosa las mujeres compiten con sus congéneres, y por esa causa se considera un error grave en los hombres encomiar la belleza física o la inteligencia de alguna fémina.

El que lo haga, es probable que escuche de su interlocutora la envidiosa descripción de los defectos físicos y morales, y puede que hasta de las limitaciones intelectuales, de la elogiada.

Recuerdo que cuando un apuesto galán, codiciado por muchas damiselas, conquistó a una joven de mediano atractivo de un populoso barrio capitaleño, fui oyente involuntario de las críticas que le hizo a la afortunada una novia que tuve en el sector.

Fue tanto el encono que mostró con sus señalamientos negativos, que tuve la convicción de que se debían en parte a la envidia, porque de seguro albergaba oculta admiración con carga erótica por el gallardo individuo.

No cabe duda de que de la envidia ligera, moderada, no escapa ningún humano mortal de ambos géneros.

Ni siquiera el autor de este artículo, con escasa afición para competir hasta en el deporte del beisbol, donde en el amateurismo se destacó medianamente como catcher.

El Nacional

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