Opinión

La madre de los Rosa

La madre  de los Rosa

Mira, qué cosa. A estos hijos de Siacia, también llamamos los Siacia, en vez de los Rosa. Son Rosa Hernández, por los apellidos de sus padres, por supuesto. Ocho: seis mujeres y dos hombres. Sacan de ella la gracia, virtudes estupendas para la hospitalidad y generosidad con sus amigos y familiares. Los herederos de aquella Cornelia eran conocidos como, los Cornelio, a pesar de apellidarse Graco.

Encontramos en Siacia, a sus 90 años, virtudes que nos recrean a la matriarca romana que dio a la república dos virtuosos tribunos. De carácter fuerte, sin dejar mostrarse dulce, y tantas veces indulgente.

Esta comparación no compromete, de manera alguna, la credibilidad, ni la cordura que obliga a ser moderado a la hora de medir dotes y valores personales. A riesgo de pecar –eso sí-, de exagerados, nos atrevemos a comparar atributos paralelos entre la dama que hoy nos invita a celebrar sus 90 años, y la Cornelia que gustaba del trato amable con la gente, y se mostraba muy hospitalaria para con sus invitados. Recibía en su casa a filósofos y a toda clase personas amigas y afines a sus hijos, sin dejar de observar un celo innegociable por la formación y el futuro de sus proles.

Fortalecen los infortunios y alegran las cosechas. Así como vivió sus éxitos, soportó adversidades, con la misma disposición de ánimo y el amor que enseña que la paciencia es un acto de fe. Tal vez, el más efectivo.

Criar, educar e investir ocho hijos, con la confianza, la alegría y el trabajo como instrumentos esenciales, llena a Siacia, Altagracia Hernández, de la felicidad que llega con el deber cumplido. Dicha proyectada en la estabilidad familiar de sus hijos, profesionales ejemplares, habituados, como ella, al regocijo contagioso, que implica a consortes, hijos, nietos. A vecinos, amigos, colegas, compañeros de trabajo.

Prevalece y gana espacio, en estos tiempos, la segregación familiar, el aislamiento e individualismo. Apenas nos sobra voluntad para las relaciones virtuales, un tanto ficticias, a través de esto que ha dado por llamarse redes sociales. Vale la pena responder a tales amenazas virtuales con el antídoto de la convivencia real, concedida en valores y afectos que echamos de menos.

Los Siacias –esto es, los Rosa-, han cultivado tres generaciones de alegría, y van para cuatro, sin divorcios, ni desuniones.

Felices de celebrar las nueve décadas en que se han tejido sueños, esperanzas y una cultura de alegría que ya tiene su propia marca y un privilegiado público cautivo a quienes no le falta motivos para ovacionar la vida. Encontrar uno de esos motivos y reconocerlo también merece un cálido aplauso y ¡feliz cumpleaños!

El Nacional

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